Como corresponde al que ha sido el proyecto de ley más oscuro, precipitado y borroso de los últimos años, el texto sobre la nueva financiación de RTVE va mañana a la comisión Constitucional del Congreso, y de ahí, directo al Senado. En la Cámara Alta se debatirá, atención, el 29 de julio, y, si no pasa nada, a continuación, en pleno agosto, pasa al BOE.
Se consumará así, con el mismo oscurantismo con que nació, un proceso tramposo y torticero en el que al Gobierno de Zapatero se le han visto las costuras sin que el maltrecho sector de las telecos, ni el ministro que está para mirar por ellas, hayan podido mover un dedo.
Sólo la oposición puede todavía modificar ese proyecto de Ley en el Senado, y obligarlo así a volver al Congreso, lo que retardaría el proceso hasta finales de agosto. Pero no somos optimistas; la incorporación a la nueva ley de seis enmiendas de CiU y una del PP puede hacer callar a la ya de por sí tibia postura de la oposición en este asunto.
En pleno mes de julio, entre el tedio estival y con los periódicos llenos de financiación autonómica, San Fermines y desgraciados errores médicos, la vicepresidenta habrá logrado sacar adelante una Ley que sangra a las telecos para beneficiar a las teles privadas, sin haberse dejado en el proceso ni una sola pluma. Se ha convertido en el ídolo de los grandes editores, de los señores de la prensa (ahora señores de la tele, son los mismos).