Un discurso amplio, previsible, demasiado moderado para una crisis radical. La sesión de investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno comenzó con el discurso del candidato, mañana del lunes 19, en el hemiciclo del Congreso de los Diputados.
Primer aviso: la reforma constitucional exige una ley de Estabilidad Presupuestaria, que será el primer texto del Gobierno. Es el compromiso con Europa y lo que va a marcar la legislatura. Y lo primero que marca es que habrá mucho más ajuste que expansión, más ortodoxia fiscal que desarrollo económico.
En esa línea, la única concesión al aumento del gasto público -lógica, por otro lado- es la actualización de las pensiones para que no pierdan poder adquisitivo, pero eso ya lo venía haciendo el PSOE, con la excepción del pasado año. Las pensiones, por tanto, seguirán pivotando a la baja. Más lógica resulta otra de las promesas: terminar con las prejubilaciones y con el fraude del cobrar el subsidio de paro para entroncar con la jubilación.
En cualquier caso, por lo que respecta a la reducción del déficit fiscal, Rajoy no concretó el cómo. Eso sí: el precedente del ajuste catalán es el camino adecuado. No cabe duda de que la sanidad está obligada a reducir prestaciones.
Por otra parte, Rajoy cede ante la banca: aquí no quiebra nadie. No habló de banco tóxico pero sí de fusiones y de un nuevo mapa bancario. Respecto a la muy necesaria reforma energética, don Mariano no nos ha explicado nada. Asegura que no podemos seguir con el actual déficit de tarifa, una verdadera losa sobre el sistema eléctrico y uno de los mayores desastres del Gobierno Zapatero. Ahora bien, no nos dice cómo lo va a solucionar y ni tan siquiera nos ha explicado el porqué del desastre de la política energética de Zapatero, que no es otro que la doble subvención: a las llamadas energías renovables y al carbón nacional.
Medidas de expansión, pocas. Apoyo a la pyme, con 3.000 euros por contratación del primer trabajador y reducción del impuesto de sociedades hasta el 20% para empresas con una facturación inferior a los 5 millones de euros. Eso sí: el IVA no se pagará hasta que no se cobren las facturas pendientes. Y ahí se acaba toda la política de apoyo al emprendedor.
Reforma laboral: Rajoy se centró en la negociación colectiva sin hablar de ultraactividad y de formación de convenios. Habló de flexibilidad laboral pero no de despido libre aunque pagado. Y, por supuesto, no habló de subir el salario mínimo interprofesional. Todo lo contrario: se refirió a la moderación salarial y todos sabemos lo que eso significa: seguiremos siendo un país de salarios bajos.
Y tampoco habló de reducir las cuotas sociales.
Conciliación de la vida familiar y laboral. Tontuna sobre la lucha contra la homologación salarial de hombres y mujeres pero ninguna ayuda a la natalidad ni, mucho menos, el salario maternal, vigente en cada vez más países, y que se concreta en subvencionar a las parejas que tengan hijos.
Ni una palabra sobre la ley del aborto. Tampoco sobre el homomonio: estas cuestiones tan molestas Rajoy las deja en manos del Tribunal Constitucional.
Sobre Educación, mejora del nivel educativo y premiar el esfuerzo. Pero Rajoy omitió cualquier alusión a la clave de la política educativa: ¿Cómo se financia? Del cheque escolar, por supuesto, sigue fuera del proyecto del PP.
Miriam Prat
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