La información ocupa un puesto relevante en la actualidad. Lo que sucede en cualquier lugar del mundo es conocido inmediatamente por el resto a través de los medios audiovisuales.
Lo llamativo es que, a veces, se proporciona información sobre hechos no sucedidos ya que se trata simplemente de invenciones, falsificaciones y burdas deformaciones de la realidad. La verdad no es, en muchos casos, el objetivo de la información. Se omiten datos esenciales de un hecho, se deforma la noticia, se manipula, se silencian cosas, etc.
Quizá sea de interés leer lo que dice Michel Collon en Ojo con los media. Según él, se cuentan con los dedos de una mano el número de personas que controlan los grandes flujos de la información mundial. Se podría afirmar que estamos sometidos a una especie de colonialismo informativo.
Diariamente se nos ofrecen noticias dolorosas, alarmantes, atroces. Todas las desgracias invaden nuestros oídos y ofuscan nuestros ojos: accidentes mortales, asesinatos, atracos, guerras, fraudes, etc. La imagen del mundo es muy negativa, causa desánimo, parece una permanente amenaza, es nauseabunda en ocasiones. Nadie puede decir que estas cosas no suceden pero... ¡tendríamos que ver en qué proporción, no se puede admitir que el mundo es así!
Existen muchísimos seres extraordinarios, suceden cosas muy buenas, la mayoría de las personas es honrada, podrían destacarse hechos ejemplares en cualquier parte del planeta y esto nos ayudaría a todos. Pero parece que a los medios de comunicación les interesa, casi en exclusiva, el catastrofismo, el escándalo y lo más deleznable del ser humano.
Si reflexionamos sobre determinados programas de televisión ¿qué se encuentra en ellos? Hurgan en las miserias personales, se recrean en lo más sórdido de la condición humana, son la culminación del mal gusto. Se presentan como programas de interés humano y como dice el sociólogo Amando de Miguel: El pretendido interés humano no es tal.
Se trata más bien de la vieja satisfacción de los instintos básicos. Por tales se entiende el morboso deleite que se persigue atisbando las miserias ajenas. No hay satisfacción completa por lo que los estímulos deben ser cada vez más fuertes, más degradantes.
A finales de 1999, el Gobierno holandés lanzó un nuevo proyecto legislativo para proteger a los más jóvenes de los efectos nocivos de la televisión, el cine, Internet y los videojuegos. El objetivo último de estas medidas era evitar que los muy jóvenes se vieran expuestos a la influencia de imágenes de violencia brutal, pornografía, exaltación del uso de drogas y alcohol, etc. Se daba en la población holandesa un creciente descontento por falta de orientación ante la inmensa como deplorable oferta de productos audiovisuales.
El sistema de nuevas medidas se basaba en la autorregulación del ramo profesional pero, en caso de no cumplirse, el Gobierno recurriría a sanciones. Si había quejas de la población, las multas podían ser muy elevadas. Algo habrá que hacer en España, aunque iremos a la zaga posiblemente. Se nos va la fuerza por la boca y fácilmente se habla de la juventud actual en términos negativos cuando el mundo adulto es el que ha preparado el terreno, ha montado el engranaje y es cómplice.
Es interesante destacar unas palabras del director de cine Franco Zeffirelli: Si tenemos que juzgar por lo que estamos viendo en estos últimos años por televisión, observamos que la sociedad en la que nos encontramos es una sociedad en la que la calidad humana y los valores morales son ínfimos. Todos los principios éticos y morales están en crisis. Todos los esquemas que habíamos aceptado están siendo triturados. Cuando uno emprende una actividad cultural siempre necesita del astro de la verdad que nos ilumina a todos. De ahí la necesidad de la fe cristiana que tiene ese efecto iluminador y de gran consuelo para el hombre de cualquier época.
Continúa diciendo, más adelante, Franco Zeffirelli: Se necesita que los grandes medios de comunicación miren con mucha atención a los jóvenes y velen por ellos. Esto lo digo por la cantidad de tonterías y banalidad de muchos de los argumentos de las películas recientes en las que el alma humana es tratada con superficialidad.
Realmente, necesitamos una información más verdadera y un entretenimiento más limpio y de mayor calidad. Y, mientras no se produzca un cambio por parte de los profesionales que se ocupan de estos medios, los espectadores, los consumidores, el público, en general, no debería ser un elemento tan pasivo.
Carlota Sedeño Martínez
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