Se trata de una idea elemental pero muy novedosa: al igual que se emplean variables para conocer la situación económica de un país, ¿no se podría hacer algo semejante con la institución matrimonial?, se preguntan el Institute for American Values y el National Center of African American Marriages and Parentig.
Los cinco indicadores de la investigación se refieren al porcentaje de hombres y mujeres casados, el sentimiento de dicha matrimonial, el porcentaje de matrimonios indemnes, la cifra de nacimientos dentro del matrimonio y el porcentaje de hijos que habitan con sus padres casados.
Los investigadores que se han reunido para confeccionar este estudio provienen de diversas facultades universitarias y pertenecen a diversas ideologías políticas. Sin embargo, convergen en que el matrimonio es algo más que una simple relación privada entre un hombre y una mujer; es un bien social con serias implicaciones en el bienestar de los hijos.
Y más adelante agregan: Si el matrimonio consiste fundamentalmente en crear un vínculo entre el padre, la madre y los hijos, cualquier índice que pretenda medir la salud del matrimonio debe captar la fuerza de ese vínculo, los autores del estudio advierten sobre las repercusiones que tienen en los hijos: Cuando la relación matrimonial de los padres sufre, los niños también tienden a padecer.
En la última década se ha originado una crecida de la estabilidad matrimonial. Esto indica que es posible impedir que la cifra de matrimonios estables baje.
Frente al pesimismo de quienes cavilan que el crecimiento de las rupturas matrimoniales es necesario, se piensa que se puede renovar el matrimonio como un compromiso para toda la vida entre un hombre y una mujer.
Por último, también se debe intervenir en los debates públicos sobre el sacramento del matrimonio: divulgar el ideal de la estabilidad conyugal a través de campañas y exhibir el matrimonio como el lugar adecuado para tener hijos y adiestrar a la prole.
Clemente Ferrer
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