Días atrás, el primer ejecutivo del grupo Renault, el brasileño Carlos Ghosn, explicaba a los analistas financieros, ese conjunto de yuppies, vecinos de los gestores de fondos, a los que nos referimos con el enigmático nombre de el mercado, su plan estratégico para los próximos cinco años. El reflotador de Nissan, que estaba en quiebra, acaba de ser ascendido a presidente de la matriz, y su plan pude calificarse como de especial. En pocas palabras, las crisis económicas de hoy se diferencian de las del pasado en que no son crisis de penuria, sino de sobreproducción y de excesos de liquidez en los mercados. La combinación de ambos elementos nos llevaría a muchas conclusiones, pero la que me interesa ahora es la siguiente: el buen gestor del siglo XXI es aquel que recorta gastos, jamás el que aumenta los ingresos.
Y como recortar gastos no deja de ser un eufemismo, que supone despedir trabajadores, resulta que el buen gestor es que el reduce plantillas y el que explota la plantilla entrante, aumentando de este modo la eficiencia, la productividad y la competitividad a marchas forzadas.
Y acudo al plan estratégico de Ghosn precisamente porque lo que propuso al mercado fue aumentar las ventas del grupo Renault, en lugar de reducir los costes. Por ambos lados se llega al beneficio, pero los nuevos gestores, como los nuevos banqueros, tienen aversión al riesgo, y dudan mucho de que se puedan aumentar las ventas: matemáticamente, científicamente, es mucho más sencillo reducir los gastos.
Es lo que podríamos llamar el virus de la eficiencia, del que no se libra ningún buen gestor, ni privado ni público. Así, los colegas de Ghosn, el grupo alemán Volskwagen (por cierto, ¿VW es público o privado, dada la participación del Estado de Baja Sajonia en el accionariado) han decidido que resulta mucho más práctico. El primer ejecutivo (aunque no el que manda, que es Ferdinand Piëch), Bernd Pischetsrieder, confirmó ayer la supresión de 20.000 empleos en sus factorías del mundo, siguiendo la estela de General Motors y Ford. Y fíjense qué curioso, resulta que los planes de VW, GM y Ford han sido saludados con vítores de alegría por las bolsas, mientras Renault sufre el desafecto del veleidoso mercado.
Un empresario es aquel que produce algo y lo vende. Un financiero es que el que compra y vende lo que otro produce. Pero es peligroso que los financieros se conviertan en empresarios. De hecho, es horrible. Todos ellos están inoculados por el virus de la eficiencia, entendido en los términos antes expuestos, que es el único que ofrece
Éxito a corto plazo, aunque sea pisando cadáveres. Tanto es así, que el gestor actual tiene gran movilidad, y rechaza mantenerse en la misma empresa durante mucho tiempo. Porque, naturalmente, la táctica de la contención de gastos tiene sus límites, y cuando se ha terminado el ciclo ya no es aplicable, así que hay que ir a practicar la anorexia en otras latitudes. Y que le venga detrás que arree.
E insisto, no hay diferencia entre los gestores privados y los públicos. De hecho, éstos tratan de imitar a aquéllos. Por ejemplo, el ADIF, antes ente gestor de infraestructuras, responsable en España de construir las vías de alta velocidad, va a despedir a 2.500 trabajadores, un 16% de la plantilla. Su hermano separado, RENFE, se dispone a librarse de 2.000, un 15% de la plantilla, total, y FEVE., hermano menor quiere reducir le personal en otro 15%. Recuérdese, por favor, que estamos en un sector de fortísimo crecimiento, pues los políticos se han empeñado en que el viejo continente esté comunicado por tren. Si llega a ser un sector marginal o en declive no quiero pensar lo que hubiera ocurrido.
Peor lo que más me asombra es que esta merienda de negros, más bien merienda de asalariados, se acepta como lo más natural del mundo. Es lógico, si todos lo hacen, uno no pude quedarse atrás: si todos se comportan como gestores sin escrúpulos, uno debe hacer lo propio : es una cuestión de supervivencia.
En serio, más vale, por nuestro bien, que se imponga el sistema Ghosn.
Eulogio López