No es lo mismo cuidar que matar. Así lo ha determinado el Tribunal de Apelación británico que ha confirmado lo que los tribunales ya habían explicado; no existe un derecho al suicidio asistido.
Pues los tribunales no entendieron que la petición de suicidio de dos enfermos fuera asimilable al derecho reconocido por la Convención Europa de Derechos Humanos con la posibilidad de matar a estas personas.
Según ha explicado la organización española Profesionales por la Ética, esta decisión judicial vuelve a poner de relieve la diferencia entre morir y matar. La organización británica Care, not killing (Cuidarlos, no matarlos), se ha felicitado porque la ley británica ha protegido a los más vulnerables: personas con discapacidad, con enfermedades terminales y ancianos que, de lo contrario, podrían verse presionados para poner fin a sus vidas.
La cultura de la muerte, fruto de una cultura del bienestar extendida hasta tal extremo que vincula dignidad a comodidad, se sigue topando con muros de cordura que entienden que el derecho a la vida está por encima de decisiones emotivas que pueden acarrear verdaderos holocaustos en forma de suicidio aceptado.
Jesús D Mez Madrid