Vi por televisión buena parte del debate de los tres candidatos del PSOE que se disputan las primarias.
Sin entrar en el fondo de los mensajes y los planteamientos de cada uno, me causó una grata impresión las formas, la corrección con que se trataban entre sí. Porque son tres políticos disputándose la Secretaria General de su partido, y no se dedicaban a descalificaciones mutuas.
Exponía cada cual las soluciones que le parecen más acertadas, expresaban diferencias en sus planteamientos, pero con buenas maneras; se veía cómo cada uno se esforzaba por manifestar respeto hacia las personas y las opiniones de los otros. También resultó sorprendente que hicieran referencia a errores de su propio partido, sin montar un pollo sobre errores ajenos.
Todo esto es inusual y extraño en este país. Por unos momentos tuve la ilusión de imaginar que todos los políticos del arco parlamentario defendían cada cual su programa con claridad y firmeza, pero con educación, como gente civilizada, sin perder los buenos modos, ni recurrir sistemáticamente a la descalificación personal, o al insulto, dirigido al que piensa de modo diferente y propone soluciones diferentes.
Ya sé que esa expresión de corrección fue posible porque los tres políticos son del mismo partido, pero acaso, si miramos por encima de las gafas de la propia ideología, ¿no somos todos tripulantes o pasajeros del mismo barco
José Murillo