Aprecio más a Esther Koplowitz que a su hermana Alicia. Por dos razones: Esther decidió continuar con la empresa que le legó su padre, mientras Alicia, hija pródiga, cogió su parte -que ha habido que pagarle y ha costado mucho- y se dedicó a las finanzas.

No sólo eso, sino que durante estos tres años de crisis, la dueña de FCC ha impuesto a sus directivos, como objetivo estratégico, no reducir plantilla.

Y hay una segunda cuestión por la que aplaudo a la propietaria del grupo constructor: su tarea social. El lunes se inauguraba en Barcelona el centro de Investigación Biomédica Esther Koplowitz. Tras la muerte de Luis Valls, probablemente sea FCC la empresa que, según facturación, más dedica a acción social. Y eso merece un aplauso.

Mi única duda es el apellido biomédico que, en los últimos años, corre el peligro de esconder la financiación de experimentos con embriones humanos. Confío en que Esther Koplowitz haya revisado convenientemente el destino del dinero donado. No sería el primer mecenas que se lleva un susto por esa vía.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com