Desde que el lobby rosa se ha hecho con el control ideológico, militante y recalcitrante, de El País, los editoriales del rotativo de Prisa se entienden mejor, es decir, que se comprenden peor. Por ejemplo, el editorial del lunes 28. No se lo van a creer pero el lobby rosa no está de acuerdo con las palabras del ultraconservador cardenal Rouco, apoyado por el ultra Ratzinger, en acto organizado por los ultras de Kiko Argüello, la Eucaristía de las Familias han dicho lo de siempre: que el aborto es un asesinato y que la familia está formada por hombre y mujer. Y así no puede ser, claro está. La doctrina eclesial cuenta ya con 2.000 años de historia, y es tiempo de cambiar, de renovarse. En pleno siglo XXI, Rouco debe modificar sus planeamientos y hacerlos más tolerantes. Por ejemplo, si se obstina en perseguir el aborto al menos que acepte el abortito; si se opone al homomonio, que al menos permita el incesto. Créanme: esta monotonía petrificada tiene que terminar; esto de que los dioses se comporten como si fueran amos tiene que acabarse. Que los dioses se sometan al sagrado principio de un hombre, un voto; una deidad, un sufragio.

Chorradas prisísticas aparte, lo cierto es que Rouco estuvo particularmente brillante en su homilía. Lo que vino a decir es algo que ya está dejando de ser una proposición para convertirse en una evidencia: Europa está suicidándose y dejándose invadir por unos musulmanes que sí que tienen hijos y cuyo credo y costumbres atentan contra el cristianismo, contra Occidente y contra la democracia. ¿Ejemplos? El trato mahometano a la mujer.

Lo que ocurre es que El País, en tanto que controlado por el lobby rosa, no odia al Islam, sino al Cristianismo. El machismo islámico, la crueldad islámica, la incompatibilidad casi radical entre los derechos humanos y el Corán, entre la libertad y los minaretes y entre práctica islámica y clemencia, entre fundamentalismo y democracia, le importa poco. Adora la invasión islámica porque odia a la Iglesia.

Lo que ha dicho Rouco no tiene nada de ultra: es la simple descripción de un hecho. Sólo la familia natural, que hoy, en Occidente, parece defendida en solitario por la Iglesia católica y algunas confesiones cristianas, tiene hijos, tiene... familias numerosas. Los islámicos aún tienen más hijos y la estupidez de los progres, o sea de El País, colabora a que esa invasión sea cada vez más posible y palpable, dado que el Islam castiga la apostasía y forma guetos en Europa occidental, al tiempo que se aprovecha de la necedad de unos cristianos que se avergüenzan de serlo, como le ocurre a Gordon Brown por poner un ejemplo- o unos cristianos que odian a Cristo como le ocurre a Zapatero, por poner otro ejemplo-. Esa Europa suicida, avergonzada de su origen cristiano, no coincide con la izquierda sino, cada día más con la derecha pagana al estilo del Partido Popular.

Y conste que el enemigo está dentro. La solución no consiste en cerrar las puertas de Europa a los mahometanos, aunque los musulmanes se las cierren a los cristianos y les persigan allá donde mandan. No, la solución es comportarnos como lo que somos, como cristianos, y obligar al inmigrante a respetar las costumbres del país que le acoge, si no lo respeta, o ponerle en la frontera. Porque el peligro de invasión musulmana, un ideario y una ideología absolutamente intolerante y sectaria, bastante fanatizada, no es exagerado.

Un detalle: la vivienda pública, clave para formar una familia y tener hijos, se está concediendo prioritariamente a inmigrantes de cualquier procedencia antes que a españoles. ¿Ellos también aportan impuestos? Sí, pero desde hace menos tiempo que los padres de los jóvenes españoles, preteridos a la hora de acceder la vivienda subvencionada.

Al mismo tiempo, es evidente que toda la economía familiar debe cambiar. Menos cuidar al anciano y más cuidar al joven, al que maltratamos reiteradamente. La asignatura pendiente de justicia social en Europa es el salario maternal, pagarle un salario a la madre que tiene un hijo. España es el país de Europa occidental que menos ayuda a las familias y a la maternidad. No sólo por eso pero lo cierto es que tenemos la natalidad más baja de toda Europa.

La economía de la familia, esa célula de resistencia a la opresión, donde, como recuerda Rouco, a cada cual se le mide por lo que es, no por lo que aporta, exige instaurar el salario maternal y crear viviendas subvencionadas para los matrimonios jóvenes. Eso es economía familiar y, si no se aborda, no sólo hundiremos la economía europea sino que hundiremos la civilización europea, que es algo bastante más importante.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com