Y no miro a nadie... La actitud del presidente de la Comisión Europea, Durao Barroso, es de un enorme malestar. Su trabajo es construir un mercado único y se enfrenta a inercias nacionales sin herramientas eficaces para combatirlas. La próxima vez que encarguen una tarea a la Comisión, hagan el favor de dotarla de medios e instrumentos, señalaba este martes Durao.
Su objetivo es resucitar el espíritu de la Comunidad del Carbón y del Acero. El 9 de mayo de 1950, el ministro de Exteriores francés, Robert Schuman propone unir el carbón y el acero francés y alemán como instrumento para acabar con la rivalidad histórica entre los dos países. Un año después, el 18 de abril de 1951, Bélgica, Italia, Luxemburgo y Holanda se suman al proyecto con la firma del Tratado de Paris por el que se crea la Comunidad Económica del Carbón y del Acero (CECA), el embrión de la Unión Europea que posteriormente se convierte en mercado único, abre sus fronteras a los capitales y personas y establece una moneda única.
Ahora, la energía ha sido descomunitarizada, según Montilla. Una señal inequívoca de esa resurrección de las inercias nacionales desde el fracaso del proyecto de la laicista constitución europea. El primer ministro francés, Dominique de Villepin, asegura que la OPA de ENEL sobre Suez atenta contra los intereses de Francia y anuncia la fusión entre Suez y la pública Gaz de France. Italia se rasga las vestiduras, pero prepara su normativa anti-opas extranjeras y sigue sin fijar un calendario de privatizaciones para ENEL y ENI. Lo mismo que le ocurre a EdP en Portugal y a EdF en Francia. No avanzamos a la velocidad deseada, asegura Solbes.
Y es que aunque el Consejo Europeo de Primavera de 2002 había decidido incrementar la interconexión hasta el 10%, la realidad es que a 2006, España sigue siendo una isla energética con apenas un 3% de interconexión con Francia y con mercado ibérico con Portugal (Mibel), sin estrenar.
Precisamente estos serán los temas que se debatirán en el Consejo de Europa. Apasionante, porque probablemente Europa nunca ha vivido en un impasse como el producido tras el rechazo francés al proyecto laicista de Constitución europea.