Lo de Carod es más triste, porque su defensa consintió en el habitual ataque victimista: el verdugo que se convierte en víctima: Hagamos lo que hagamos nos van a criticar.
En ninguno de los dos hay arrepentimiento, sólo ganas de que pase el temporal y con cierto aire chulesco. Porque los hay que no tienen conciencia, pero tienen estómago, y la burla sobre uno de los símbolos de la redención, precisamente en Jerusalén molesta incluso a los no creyentes. Y eso sí que es raro, porque a Cristo o se le ama o se le odia, a nadie deja indiferente. Pero es que lo de Carod y Maragall supera todo límite. Como me contaba uno de los más importantes banqueros españoles: el anticlericalismo de los socialistas molesta hasta a los agnósticos.
Freud pretendió acabar con el complejo de culpa, pero sólo para ofrecer como terapia la más negra desesperación. No comprendió que nada hay más liberador que el denostado sentido de culpa. Lo de Maragall y Carod no es superación el complejo de culpa: es una disculpa que es una nueva injuria.
Estos dos energúmenos están buscando el voto anticatólico, el voto más vulgar, el voto contra alguien. Todavía tienen que mantener las formas, pero estamos a dos telediarios de perderla. Sí, dos telediarios. Por ejemplo, la prensa progre, de izquierda y de derechas, ha reaccionado de igual forma ante blasfemia ¿O no es una blasfemia?): La Iglesia Católica acusa a Maragall de mofarse de los símbolos sagrado. Ya se sabe que cuando la prensa practica la hipocresía recurre al periodismo objetivista: no es que la Iglesia acuse a Maragall de blasfemia, es que Maragall y Carod perpetraron blasfemia, que, por definición es la injuria o burla de los símbolos sagrados.
En cualquier, insisto : ¿por qué no se hicieron una foto turística con el Corán ante la mezquita Al Aqsa, ubicada allí cerquita? ¡Ánimo Carod!
Eulogio López