No deja de resultar paradójico que, desde su alineación laicista (Alianza de Civilizaciones), el presidente Rodríguez Zapatero manifieste una cierta fascinación por el Islam de cuya huella en España se mostró orgulloso en su discurso ante el presidente turco Rayip Erdogán.
Si Zapatero fuese coherente con su proclamado agnosticismo, hubiera rechazado la asistencia a ese acto de marcado simbolismo religioso de ruptura del ayuno, que sus anfitriones turcos suelen rodear de cierta solemnidad para invitar a dirigentes extranjeros.
En realidad, Zapatero, como promotor de la Alianza de Civilizaciones, sólo ha manifestado hasta ahora su vaciedad espiritual mediante un sistemático ataque a la Iglesia católica y, por ende, a la cultura cristiana que se propone erradicar de España.
Para ello ha recurrido, en primer lugar, a la Educación para la Ciudadanía como pieza maestra para adoctrinar a los escolares en la llamada ideología de género, que niega el derecho a la vida a los hijos no deseados por sus madres, dando rango de derecho humano al aborto, y que tiene en el punto de mira al matrimonio -marido y mujer- así como a la familia tradicional como institución básica de la sociedad.
En este contexto resulta llamativo que Zapatero haya propuesto una Alianza con otra civilización distinta a la cristiana pero que tiene profundamente arraigados unos principios morales muy cercanos, como son la defensa de la vida, manifestada en su rechazo radical del aborto, la eutanasia y el suicidio asistido así como del matrimonio homosexual.
Es obvio que Zapatero, con su habitual talante cínico, no ha querido reparar en esta contradicción en la que, llamativamente, también ha incurrido, desde una perspectiva opuesta, el otro copatrocinador de la iniciativa, Rayip Erdogán, un moderado dirigente islámico que trata de combatir el laicismo introducido hace ochenta años por Kemal Ataturk en Turquía y, por tanto, islamizar la sociedad.
José Morales Martín
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