La bolsa no cae, no sólo, por el escaso prestigio internacional del presidente Rodríguez Zapatero, de cuya política económica nadie se fía.

No cae, no sólo, por los elevados déficit fiscales o por la aún más elevada deuda soberana. También se derrumba por los tratos de favor que determinadas empresas obtienen de los bancos, justo cuando la deuda y la liquidez se han convertido en los parámetros más importantes desde que se inició la crisis.

Por ejemplo, el trato de favor que, por parte de los bancos, recibe el sector informativo y, en general, los amigos del Gobierno. No es ningún secreto el privilegio que la banca, especialmente el Santander y BBVA, otorgan a PRISA, el mayor grupo mediático español.

El Imperio Polanco, hoy más bien el Imperio Juan Luis Cebrián, llegó a tener una deuda de 6.000 millones de euros, cuando su valor en bolsa era la décima parte. Vamos que estaba en lo que antes se denominaba quiebra técnica. Pero no quebró: la banca le ha refinanciado intereses por cuatro años, una refinanciación especial, que equivale a una condonación de hecho. Hasta el 2013, y ya veremos lo que paga para entonces. El Banco de España, siempre tan preocupado por la mora bancaria, debería tener en cuenta estas cosas, no sólo porque afectan a la solvencia bancaria sino porque afectan a la credibilidad de dos sistemas: el bancario y el bursátil.

Y, mayormente, porque molesta mucho ser embargado por el banco mientras a los que tienen poder político o social se les pasa la mano por el lomo.

Y hay más paniaguados en el sector informativo, que no cotizan en bolsa y que por tanto, sólo afectan a la credibilidad de un sistema. Por ejemplo, el grupo Mediapro-La Sexta, periodistas de cámaras de ZP. Como su líder, Jaume Roures, es comunista y anticlerical, prefiere que el dinero se lo otorgue el Instituto de Crédito Oficial (ICO) y el Catalá de Crédit. Es decir, la banca pública, no supervisada por el Banco de España, aunque esto tampoco representaría un grave problema, seguro. De todas maneras, como los progres del tipo Roures o del tipo José Miguel Contreras, tienen más de anticlericales que de anticapitalistas (quiero decir que se quieren a sí mismos, por lo que su odio hacia el capitalismo posee un barniz protector contra el suicidio).

¿Y qué me dicen de Marsans? Ya tiene tres peticiones de concurso de acreedores en los juzgados, pero el Santander ha recibido instrucciones bien precisas del Ejecutivo: hay que mantener el cadáver viviente de Díaz Ferrán hasta que firme la reforma laboral. Después, pueden hacer con él lo que les venga en gana (y algunos creemos saber qué es lo que les viene en gana). Los ejecutivos bancarios más sensatos, también los del Santander, aseguran que, para entonces, la situación de Marsans se habrá podrido tanto que no habrá nada que cobrar. Pero esa es otra cuestión, es una cuestión profesional, y aquí lo que prima es la política.

A todo este enjuague de Cebrianes, Mediapros y Marsanes algunos les llamamos tratos de favor. Pero eso es porque no estamos dotados para la alta política. Si lo estuviéramos, hablaríamos de la imprescindible estabilidad del sistema. ¿De qué sistema? Del sistema de poder, obviamente. ¿O de qué se creían que estábamos hablando? Do you understand?

Ninguna crítica por mi parte a esta especie de morosidad permanente y sostenida. La labor que realizan los tres ejemplo citados es de tal importancia para la democracia que todos debemos cerrar la boca y abrir la bolsa (y el bolsillo, en caso de que se trate, como a las dos últimas, de empresas no cotizadas) para mantener con vida a tan insignes enfermos.        

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com