• Así, la respuesta de Madrid a Artur Mas es que actúe la Fiscalía.
  • Pero el independentismo, aunque tiene consecuencias jurídicas, es un problema político.
  • Con dos soluciones: o ceder o avanzar. El pacto ya no es posible.
  • Y esto porque el narcisista Artur Mas habla de diálogo al tiempo que lo dinamita: ya sólo quiere que España bendiga la independencia catalana.
  • Y no, el 9-N no se puede calificar de éxito: revela el cambio operado en Cataluña: los independentistas han pasado del 15 al 30%... pero queda un 70% de sensatez.
  • Y al fondo, Podemos y el fantasma del enfrentamiento civil.

La cobardía habitual en Mariano Rajoy (en la imagen) le ha llevado a judicializar el problema catalán: que sea la Fiscalía quien denuncie a CIU y ERC, a Mas y a Junqueras.

Pero el problema catalán no es un asunto jurídico, aunque tenga consecuencias jurídicas: es un asunto político. Y llegados a este punto, al punto al que ha llegado el narcisista Artur Mas, a Rajoy sólo le quedan dos opciones: o intervenir –el concepto no es constitucional pero así se puede trascribir- la autonomía catalana o ceder ante un referéndum como hizo Cameron en Escocia -y bien que se ha arrepentido de ello-. La postura más sensata, la postura lógica, consiste en llegar a un acuerdo pero, en su insensatez, Artur Mas habla de diálogo mientras dinamita ese diálogo: ahora pretende que España bendiga la independencia de Cataluña, cuando la inmensa mayoría de los españoles, a pesar de la modorra que sacude al país, está hasta el gorro de Artur Mas.

Es decir, Rajoy puede avanzar o retroceder. Avanzar significa iniciar una operación de castigo a los sediciosos que enervará a los independentistas más enloquecidos. No se preocupen: los españoles llevamos demasiado tiempo enervados y narcotizados. Retroceder significa seguir utilizando cataplasmas contra el cáncer.

Al menos, Rajoy podría empezar a defender la unidad de España como algo deseable, y dejar de escudarse en las leyes... él, que tiene poder para cambiar esas leyes.

Lo que no puede hacer Rajoy es escurrir el bulto y que los tribunales arreglen lo que él –en parte, pues Artur Mas tiene más culpa aún en lo que esá pasando- ha estropeado.

Pero un político es aquel que propone algo que considera bueno, no aquel que persigue lo que se ha hecho mal. Eso es tarea de los jueces, cuya tarea es puramente negativa: no proponen nada, castigan al que no cumple las leyes, sean estas justas o injustas. Al fondo, sigue la pregunta que le lleva al presidente del Gobierno a una actitud tan cobarde: ¿En qué cree el señor Rajoy

Porque todavía hay algo más peligroso que politizar la justicia: judicializar la política.

Dicho esto, y sin ánimo de infravalorar el 9-N, lo que ha ocurrido en Cataluña el pasado domingo no es el triunfo del independentismo, como pregonan Mas y Junqueras. Lo que ha ocurrido –y es grave, sin duda, pero no definitivo- es que los independentistas catalanes han pasado del 15 al 30%. Al menos, si se hacen bien las cuentas. Por eso, unas elecciones plebiscitarias tampoco cambiarían la situación, Simplemente, Artur Mas busca con ello una declaración unilateral de independencia. Y entonces es cuando Rajoy se verá obligado a hacer lo que debería haber hecho hace un año –hace dos debería haber firmado un acuerdo económico con Cataluña-: quitarle el poder a los independentistas en Cataluña por la fuerza.

No olvidemos que, al fondo, está Podemos, una amenaza mucho más grave para el PP –y para el PSOE- que CIU o ERC.

Porque lo que nos estamos jugando es una guerra civil en toda España. Enfrentamiento civil, si lo prefieren.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com