En España hay cada vez menos católicos, aunque aumentan los que se declaran practicantes
Lo dice el libro “Reinado Eucarístico” de Margarita de Llano y se refiere a sucesos acontecidos en 2014, en Madrid: “Ante las profanaciones reiteradas de las capillas universitarias, el Obispado retirará al Santísimo, convirtiendo el lugar en un oratorio, para posteriormente una sala de silencio, para posteriormente desaparecer”.
No recuerdo haber visto un resumen más exhaustivo de la actualidad religiosa actual, seis años después y al rebufo del coronavirus. Es un proceso de auto-disolución del dogma católico más relevante: de presencia real de Cristo en la Eucaristía a símbolo, continuando con la auto-renuncia de la propia Iglesia a la transustanciación. Más tarde, conversión de las iglesias en meros oratorios para meditar, pero sin Santísimo, adorando a una imagen creada por el hombre, no al Dios creador del hombre. Luego, apertura, mucha apertura, a ser posible capillas multi-religiosas para cristianos, judíos, musulmanes y orientalismos y animismos varios para acabar en salas de meditación, sin mobiliario, para poder practicar yoga, reiki y de ahí, no lo duden, pasar a ritos satánicos, siempre próximos a los orientalismos.
Pero ojo, la cobardía no solo es la marca de la jerarquía, también lo es de los católicos. Una pregunta: ¿cuántos católicos españoles se han atrevido a burlar la ley y han instado a los sacerdotes a que la burlen, acudiendo a eucaristías clandestinas? ¿Y cuántos han acudido a las escasas misas clandestinas, arriesgándose a ser detenidos?
“Para no salir en los medios de comunicación agrediendo, los cristianos dejarán profanar la Eucaristía”.
Y la profanación eucarística, lo más grave que está ocurriendo en el mundo, parece tener su raíz en Europa y, si me fuerzan, en España.
Sí, no sólo los obispos y muchos sacerdotes se han comportado de forma cobarde ante el coronavirus. También los laicos, los seglares, los fieles… hemos sido infieles.
La mayoría con esa excusa: tampoco es tan importante comulgar. Además, el que quiera que siga la misa por Internet. Como si por Internet se pudiera comulgar.
Que no: que el siglo XXI es tiempo de martirio, a lo mejor no físico, pero martirio, a fin de cuentas. Y, sobre todo, es el siglo del Reinado Eucarístico.
Pero volvamos al presente: los cristianos hemos sido arrojados a la ilegalidad o a la marginación. Tememos ser calificados de ultras y corremos a refugiarnos en lo políticamente correcto, en la moderación, en la prudencia… en la cobardía.
Mientras, la progresía europea -Reino Unido, España, Alemania, Francia, Italia- sabe ahora que basta con exigir a los católicos la supresión de la Eucaristía y con asustar a la gente con el miedo al virus… para que renuncien a lo más sagrado, por ejemplo, a la Eucaristía.
Tras su éxito con el coronavirus en su ataque a la Eucaristía, la próxima andanada del Nuevo Orden Mundial (NOM) ya no consistirá en maniobras, será un ataque real. Objetivo: prohibir la Santa Misa. Y con ello crear una nueva Iglesia mitad ONG, mitad ‘New Age’. Es decir, la falsa iglesia. Tranquilos: su triunfo provocará dolor pero será pasajero; su derrota final, permanente.
Así que ya lo saben. Ahora toca tolerancia cero frente a la profanación. Como decían nuestros abuelos: “que prefiramos el martirio a la más pequeña y disimulada claudicación”.