Los picapiedra, comecuras
Hoy 17 de febrero, es Miércoles de Ceniza. Decíamos ayer que el Gobierno de Pedro Sánchez iniciaba la Cuaresma con el robo de las inmatriculaciones. Un robo a la Iglesia, porque doña Carmen Calvo es tan sutil que ha llegado a la conclusión de que las iglesias no son de la Iglesia, son del pueblo, o sea del Estado, o sea, del Gobierno, o sea, propiedad exclusiva de Carmen Calvo.
Y esto es bello e instructivo, además de lógico, porque resulta que lo único que mantiene unidos a PSOE y Podemos, insertos en una trifulca a bofetadas por ver quién es más progre y más majadero (aquí siempre ganará Podemos, pierde toda esperanza, Pedro) es su común cristofobia: odio a Cristo y fobia hacia los cristianos. Ahí sí que no hay discrepancia alguna entre socialistas y podemitas.
El pueblo español ha perdido el sentido de la cuaresma: corredención mediante oración, ayuno y limosna
El vitriólico proceso ha comenzado con las inmatriculaciones, que no es más que un robo en toda regla a la Iglesia, poniendo en solfa la evidencia que recordábamos ayer: ¿de quién es la Catedral de Zaragoza? ¿No será de la Iglesia, verdad? Y ya de entrada, en la primera escaramuza, resulta que el secretario general de la Conferencia Episcopal Española (CE), Luis Argüello, ha dado una respuesta débil pero, sobre todo, falsa -falsa por tímida y tímida por falsa-. Monseñor: que el cáncer no se cura con compresas, ni el coronavirus con mascarillas. “La iglesia no quiere nada que no sea suyo”, asegura el secretario general… pero tampoco que le quiten lo que es suyo, monseñor, porque hay derechos que son deberes y hay defensas que de no ejercerse hacen mucho daño.
Comienza así la cuaresma más anticlerical del Gobierno Sánchez, la de 2021, la pandemia: inmatriculaciones, IBI, trans, memoria histórica, LGTBI… toda una batería de normas legales enfiladas hacia un objetivo común: fastidiar a los católicos.
Enfrente hay poca cosa, porque una mayoría del pueblo español ha perdido el sentido de la Cuaresma que no es otro que el de la corredención mediante oración, ayuno y limosna. Un detalle: ¿cuántos españoles recuerdan que el miércoles de Ceniza y el Viernes Santo son los únicos dos días de ayuno -sólo dos al año- que prescribe la Iglesia Católica y que consisten en desayunar algo menos de lo normal, comer normal y cenar algo menos de lo normal?
El pecado del siglo XX es la pérdida del sentido del pecado. El del siglo XXI, el terrorismo directo contra la fe y la blasfemia contra el Espíritu Santo
O sencillamente, ¿cuántos preparan la Cuaresma? En este caldo de cultivo, cualquier ataque a la iglesia, como los que planean y plantean los Picapiedra Pedro y Pablo, y ejecuta la vicepresidenta primera, la gran comecuras Carmen Calvo, están llamados al éxito.
Todo ello con el recordatorio de que el pecado del siglo XX es la pérdida del sentido del pecado, que dijo Pablo VI. El del siglo XXI, por contra, es el terrorismo directo contra la fe, la blasfemia contra el Espíritu Santo, que convierte lo bueno en malo y lo malo en bueno, la verdad en mentira y la mentira en verdad sagrada. En esa dirección caminan varias de las normas antedichas.
Y a pesar de todo, nadie conseguirá acabar con la Cuaresma ni con el único misterio que debería ser tenido en cuenta por la ciencia: un Dios redime al género humano desde una cruz romana (nada que ver con la ideología de género, créanme).
En cualquier caso, el ayuno obra milgaros en la persona: pruébenlo.