El presidente del BCE, Mario Draghi, y el vicepresidente del mismo, el exministro Luis de Guindos
Luis de Guindos se plantó el miércoles en Madrid y reconoció (verbalizó, es el nuevo tópico al uso) el gran fracaso que se sigue vendiendo como un éxito: el océano de liquidez que ha dejado en marcha Mario Draghi, ese salvador de Eurolandia que ha hundido a Europa.
Lo hacía el mismo día en el que un enajenado -es su condición habitual- Parlamento europeo aprobaba por alegre mayoría el nombramiento de Christine Lagarde como gobernadora del Banco Central Europeo (BCE)... quien ya ha anunciado que proseguirá con la política Draghi, consistente en inundar Europa de liquidez. Ya saben, sino no producimos más, porque no sabemos ni qué producir, vamos a producir dinero. Así saldremos de la crisis puntual y entraremos en el glorioso mundo de la crisis económica permanente -y global- bajo el paradigma de moda: mal de muchos consuelo de idiotas.
Necesitamos una Europa distributista, donde el liberalismo se concilie con el cristianismo: volver a defender la pequeña propiedad contra la grande, sea pública o privada
De paso, criaremos a una clase política cada día más irresponsable, cuya único motor vital consiste en mantenerse en el poder a costa de endeudar al pueblo, a ser posible para unas cuantas generaciones.
Pues bien: que dijo Luis de Guindos, vicepresidente del BCE, que la alegre política monetaria de Draghi, secundada ahora por un Jerome Powell que ha cedido a las presiones de Donald Trump, no basta para darle la vuela a la envejecida política europea. Ahora, clama Luis de Guindos, se precisan medidas fiscales una manera fina de decir que hay que bajar los impuestos. Pero si bajas los impuestos tendrás que reducir (eso Guindos no lo dirá jamás, deja que los buenos entendedores comprendan) el Estado del Bienestar.
Con una economía donde entre pensiones contributivas y no contributivas más rentas únicas (subvenciones puras y duras) se llevan el 40 del gasto público, no se pueden bajar los impuestos ni se puede relanzar la propiedad privada pequeña (la PPP, que no la PP), que constituye la gran asignatura pendiente de Europa.
Una Europa a rejuvenecer, sin subvenciones, que retrase la edad de jubilación y suprima los impuestos laborales: cuotas por IVA
Holanda ha comenzado a rebajar impuestos pero es una economía con superávit. España no puede hacerlo: España, y toda Europa, en mayor o menor medida, está obligada a retrasar la edad de jubilación de forma fuerte y rápida y a reducir todas las subvenciones públicas, todas, salvo las destinadas a la promoción de la natalidad. Por lo demás, reducir impuestos, reducir el papel del Estado y cambiar cuotas por IVA, es decir, suprimir los impuestos laborales y empezar a juzgar a los particulares, a las familias, no por lo que ganan sino por lo que gastan.
Eso se llama distributismo, que es donde el liberalismo se encuentra con el cristianismo: volver a valorar la PPP y defender al pequeño frente al grande, sea el grande público o privado.
Esto es lo que quería decir Luis de Guindos, pero no sabe que está implícito en su perorata sobre los límites de la política monetaria y el océano de liquidez… o simplemente no se atrevió a decir.
Y ojo: la solución de gobiernos progres como el de Pedro Sánchez sobre la transición ecológica no sirven para mucho. Esa colección de embustes que es el eco-panteísmo, vigente e imperante, insiste en que la transición ecológica puede crear muchos puestos de trabajo, Por ejemplo, en energía verde. No es verdad: la energía verde, como la movilidad verde, no crea puestos de trabajo, lo que crea es subvenciones públicas que salen de los impuestos de los ciudadanos, cada día más agobiados por los impuestos que financian, lo que el PSOE llama ‘derechos sociales’. ¡Qué caros nos resultan los derechos sociales, cómo nos asfixian!