• Los reguladores bancarios de 30 países retrasan tres meses un acuerdo para reformar Basilea III.
  • La razón es la misma que siempre ha dado el Santander: las constantes exigencias de capital frenan el crédito.
  • Goirigolzarri piensa igual que Ana Botín y otras entidades españolas, Caixabank, Popular...
  • La crisis de 2007 creó el falso principio de que un banco es bueno por su capital, no por su baja mora.
  • Y mientras, Draghi aguanta la presión de los bancos alemanes para reducir la inflación monetaria.
Todo estaba previsto para que los reguladores bancarios mundiales aprobaran, el próximo 8 de enero, las nuevas exigencias de capital a los bancos para determinar cuánto deben reservar para hacer frente a los préstamos y otros activos, pero no será así por falta de acuerdo. Toca esperar, por tanto, a la próxima reunión, a principios de marzo (los días 1 y 2, en concreto). La razón del debate que ha provocado ese aplazamiento del Comité de Basilea es la misma que ha puesto de relieve el Santander en su defensa de la banca doméstica. A saber, que las exigencias de capital a los bancos tienen un efecto perverso en la concesión de créditos, lo cual no es bueno ni para las empresas ni para los países. De modo que sí se puede hablar de una primera victoria de la entidad que preside Ana Botín (en la imagen) frente al sistema financiero internacional, en su defensa de un modelo de banca en el que es líder, la doméstica o minorista. Es la más alejada de la banca de inversión, la que representan las grandes corporaciones globales, pero eso no quita que el Santander sea, al mismo tiempo, el octavo banco del mundo y el único español de los 30 bancos sistémicos (tras la salida de BBVA). Es el mismo motivo que esgrimió Ana Botín en su discurso en la  VII Conferencia Internacional de Banca y el que defiende también el presidente de Bankia, José Ignacio Giorigolzarri y otros bancos españoles como Caixabank, Popular, Sabadell, etc... Los cambios regulatorios para introducir nuevas exigencias de capital a los bancos comenzaron en 2008, a raíz de la última crisis financiera de 2007, lo que ha provocado que el sistema bancario mundial haya multiplicado por diez su capital. No es poco. El efecto, sin embargo, ha llevado a creer en el falso principio de que un banco es bueno por su capital, no por su gestión o sus índices de morosidad. En otras palabras, cuanto más grande, mejor, lo cual lleva aparejada otra tentación: la del oligopolio bancario mundial, que es lo mismo a despreciar la banca pequeña, tan rentable como rentable para el ciudadano por los servicios que presta. Por ahí iban encaminadas también las grandes líneas de la reunión de enero, ahora aplazada, de los gobernadores y jefes de supervisión de bancos centrales de casi 30 países. El criterio era el mismo: fijar las nuevas normas de capital para evitar que se repita otra crisis financiera. Todo ello para concluir la reforma conocida como Basilea III, pero no ha sido posible. El punto de fricción, sin embargo, ha sido que no se puede exigir el mismo capital a cualquiera sin tener en cuenta su modelo. La presión más fuerte ha venido de los bancos alemanes y franceses, como ya explicamos en Hispanidad, que han hecho lobby en los últimos meses frente al BCE para limitar los efectos en las exigencias a la banca al por mayor y de inversión, que es la practican entidades como Deustche Bank y Commerzbank, en Alemania, o BNP ParibasCrédit Agricole o Société Générale, en Francia. Y también hay un frente político contra Draghi, en paralelo, para que rebaje reduzca la inflación monetaria. Rafael Esparza