El famoso director Tim Burton encuentra en Dumbo la historia perfecta para desarrollar visualmente su imaginación. Porque solo un amante de los personajes inadaptados, como es el cineasta, podía dar la dimensión adecuada a la historia de un elefante que nace con un defecto físico, unas enormes orejas, que le convertirán en un animal especial. La factoría Disney, en su apuesta de trasladar clásicos de animación al cine de acción real, esta vez ha acertado con esta adaptación de su película, del año 1941, porque respeta su espíritu original, la inquebrantable relación entre padres e hijos y la dota de poesía.

El capitán Holt Farrier, antaño una estrella de la doma de caballos en el circo Medici, regresa de la Primera Guerra Mundial tras haber sufrido una trasformación física. A sus dos hijos, que acaban de perder a su madre, no parece importarles aunque la minusvalía suponga cambios en el trabajo de su padre que se convierte en el cuidador de los elefantes. Precisamente en la decadente compañía circense se produce un evento cuando nace un pequeño paquidermo del que pronto se descubre tiene unas descomunales orejas. Los hijos del excapitán descubren  las posibilidades de esa presunta “anormalidad”, algo que pretende explotar un ambicioso y cruel empresario.

El primer gran reto de este film era lograr que el pequeño Dumbo tuviera una animación digital perfecta que hiciera creíble su integración con los personajes de carne y hueso, con los que interactúa, complementado con maquetas de tamaño natural para otras escenas. Pues bien, ese punto se consigue con sobresaliente en esta nueva versión cinematográfica porque “la criatura” posee unos ojos, inocentes y expresivos, a lo que se suma un argumento, con más tramas y personajes que la película original, que funcionan a las mil maravillas. El resto ya lo esperábamos del trabajo de Burton: una recreación de época maravillosa, con cierto tono gótico, que nos sumerge en los comienzos del pasado siglo XX; una banda sonora emotiva, responsabilidad de su compositor habitual: Danny Elfman y, finalmente, una dirección de actores excelente en la que no desentonada nadie: desde Colin Farrell que encarna al melancólico capitán hasta el genial Danny DeVito, super apropiado como director de circo o Michael Keaton en el papel de malvado sin fisuras.

Es una película que merece la pena pero, ¡atención!, adecuada para niños mayores de 7 años, por su tono oscuro en alguna secuencia. Tiene un mensaje de defensa de los animales, que algunos calificarán de animalista, cuando en el pasado simplemente hubiera sido catalogado de un buen “The end”.

Para: los que les guste el cine lleno de magia de Tim Burton