El germen de Los odiosos ocho lo escribió Tarantino como una obra de teatro cuyos  beneficios iban destinados a la Film Independent, una organización sin ánimo de lucro que recauda fondos para los cineastas independientes o desconocidos. Pero fue tan grande el éxito cosechado en su debut, el 19 de abril de 2014, que decidió trasladar el relato a la gran pantalla, de ahí que se palpe el origen teatral aunque eso no suponga nunca una dificultad. En su octavo largometraje como director, Quentin Tarantino repite la mayoría de las señas de identidad de su filmografía: diálogos ingeniosos, abundancia de escenas violentas, buena dirección de actores, humor negro y homenaje a clásicos del cine y del teatro (a La Diligencia, de John Ford y La Ratonera, de Agatha Christie). Los odiosos ocho sitúa su acción unos años después de la Guerra de Secesión. Una diligencia, que avanza a toda velocidad por un helado paisaje de Wyoming, es detenida en dos ocasiones cuando intenta llegar a su destino: el pueblo de Red Rock. La primera por un peligroso cazarrecompensas, ex mayor del ejército de la Unión, llamado Marquis (Samuel L. Jakson) y, la segunda, por Chris Mannix (Walton Goggins), un renegado sureño. Ambos, al montar en el carruaje, conocerán a John Hurt (Kurt Russell),  otro cazarrecompensas con cierto apego por "la horca" y su detenida: una grosera asesina llamada Daisy Domergue (Jennifer Lason Leigh). Ante la imposibilidad de avanzar debido a la ventisca, el coche se detendrá en una casa de postas, la Mercería de Minnie, donde se toparán con cuatro desconocidos… Este spaghetti wéstern, que cuenta con elementos de suspense y de cine gore, está articulado a través de seis capítulos, la mayoría de los cuales discurren en esa hospedería donde se detiene la diligencia, una claustrofóbica habitación donde los ocho personajes demostrarán, con creces, que les une una personalidad odiosa. De nuevo, como ocurre en películas anteriores del cineasta como Kill Bill o Django desencadenado, lo que prevalece por encima de todo es la venganza. Precisamente, y ahondando en ello, Tarantino es, en esta apuesta cinematográfica, más escabroso y desagradable que nunca, puesto que la violencia desmedida de la que hace gala en sus películas que, al ser tan excesiva parece de comic, llega a unos límites insospechados de sordidez innecesaria en cierto momento que defiende Samuel L. Jackson, aspecto que resta méritos a este filme. A pesar de ello, no puede negarse su excelente guión y sus diálogos ingeniosos, capaces de mantener la atención al espectador durante su largo metraje. Para: Los que sigan la trayectoria de Tarantino, haga lo que haga, aunque llegue a la sordidez   Juana Samanes