La verdad es que uno tiene la sensación de que la gente se movía demasiado pero al final el coronavirus ha conseguido paralizarnos a todos: la Organización Mundial de Turismo (OMT) asegura que el turismo internacional caerá entre un 60-80%, con datos de la mañana del jueves 7. Eso seguro, el asunto estriba en saber si la caída permanecerá en el suelo o rebotará cuando pase la alarma.

En cualquier caso, el dato recuerda aquello que continuamente olvidamos. Tras el coronavirus, las cosas no serán como antes. Por ejemplo, a lo mejor la globalización deja de ser lo progresista.

Y recuerden lo de Juan Pablo II: la globalización no es ni buena ni mala, depende de cómo se realice. 

Y no caigamos en la globalización virtual e informática: sería mucho peor que la real. Supondria la despersonalización del hombre

Pero sí tiene algo de malo, por lo menos de peligroso: hace el mundo más pequeño para las personas y más grande para aquellos gobernantes, que sueñan con su Gobierno mundial. Y lo grande -nunca lo olviden- resulta ingobernable. 

Por lo demás, la primera consecuencia de la coronavirus, de la que no habla la OMT, es la digitalización forzosa y acelerada. En eso no albergo dudas: es mala de suyo, de principio a fin. No caigamos en la globalización virtual e informática: sería mucho peor que la real. Supondría la despersonalización del hombre. El ser humano no ha sido creado para tratar con máquinas, sino con otros seres humanos.