O los católicos recuperamos el levísimo ayuno cuaresmal, que es obligatorio, o estamos muertos. Y mira que es leve: dos días de ayuno al año (Miércoles de Ceniza y Viernes Santo), que consisten en comer algo menos de lo normal. Al tiempo, abstenerse de carne el Miércoles de Ceniza y todos los viernes del año (en España sólo los viernes de Cuaresma)... y comer lo que se quiera del resto. Oiga, esto parece mucho menos exigente que muchas dietas para adelgazar.

No es masoquismo, es coredención y así lo han entendido muchas generaciones. Si Dios muere por mí, yo tengo que hacer algo por él

Pues me atrevo a decir que sin ayuno no hay salvación. Pero bueno, es que uno es muy atrevido.

No es masoquismo, es coredención y así lo han entendido muchas generaciones. Si Dios muere por mí yo tengo que hacer algo por él.

En cualquier caso, la Iglesia exige un ayuno blando, más blando que la de muchas dietas. Aun así…

En cualquier caso, la Iglesia exige un ayuno blando, más blando que el de muchas dietas. Aun así…  

Conclusión: o nos tomamos en serio el ayuno o la virtud de la fortaleza. Entre otras cosas, porque los hombres somos anfibios de cuerpo y alma, y nos viene bien un sacrificio para fortalecer el espíritu… y para darnos cuenta de que, si no ayunamos, tampoco sabemos lo que sufre el hambriento.