Me llega esto por la red social X (antes Twitter). Las cifras son ciertas: en España tenemos 350.000 funcionarios más que autónomos. Aún podríamos añadir que la cifra de autónomos está estancada, incluso tiende a disminuir. Como también podría añadirse que la cifra de funcionarios ha ido aumentando desde que el amigo Sánchez, hace ya siete larguísimos años, llegara al poder.
A mí lo que me parece más preocupante es que el Gobierno, encima, se enorgullezca de ello, es decir, que haya elevado el pecado a mandamiento. Cada martes, tras el Consejo de Ministros, nuestro querido Ejecutivo nos informa de nuevas plazas de empleados públicos. Es más, es el mismo Ejecutivo que nos ha acostumbrado a poner en relación cuestiones tales como el número de policías y la seguridad ciudadana. Es decir, convocas más plazas de policías y seguro que la seguridad ciudadana se convierte en un éxito indiscutible.
Sé que hay funcionarios muy trabajadores pero lo cierto es que la burocracia no suele provocar ni laboriosidad, ni productividad, ni competitividad. En especial, ésta última, que precisa de la presión del mercado. Por contra, el autónomo es un personaje que se ha hecho su propia nómina y que, por tanto, no puede dormirse en los laureles: o ingresa o no cobra. El autónomo nunca se da de baja: algún mérito debe tener eso.
Y en todo caso prefiero 1.000 veces un país de emprendedores a un país de burócratas.
Yo tenía un amigo argentino que decía cómo marchaba su muy austral país, es decir, si las cosas iban bien o iban mal, según los chavales que se matriculaban en Derecho. Si los segundos superaban a los primeros estaba claro que Argentina iba por buen camino, si eran los primeros los que superaban a los segundos... el país se había convertido en un paraninfo de picapleitos que presagiaban el desastre. Para España me conformo con esa cifra nefasta: tenemos más burócratas que profesionales y autónomos. Como para echarse a temblar.
Fue de lo poco bueno que hizo Mariano Rajoy, reducir el número de burócratas. Desde junio de 2018, en que Pedro Sánchez se instaló en La Moncloa, el asunto cambió. Hasta entonces, Soraya Sáenz de Santamaría, en esa misma rueda de prensa, nos explicaba su plan de reducción del sector público en beneficio del sector privado. Eso acabó el 1 de julio de 2018. Ahora nos venden lo contrario... y el Sanchismo se muestra orgulloso de ello.
Por supuesto que acepto que hay muchos funcionarios trabajadores, laboriosos,… Sobre todo aquellos en los que pesa un componente ocasional. Por ejemplo, el sector sanitario o educativo. Lo acepto, pero mis contrarios deberían aceptar que cuando no hay miedo al despido ni hay pugna de mercado, la gente tiende a la vagancia, a cumplir con su horario y marcharse corriendo, más bien, a cumplir, no más.
Por contra, el español que más rinde es el profesional, el autónomo, el microempresario, el que tiene que generar ingresos o no come. El funcionario trabaja para ese espacio común llamado sector público, donde siempre se trabaja... con el dinero de los demás. Es decir, con el dinero de los impuestos.
Vivimos en una España de burócratas, es decir, en un país de vagos, no en una España emprendedora.










