General Electric ha empezado el nuevo año algo mejor, aunque siga en números rojos en el primer trimestre, después de que en 2021 volvió a pérdidas millonarias (-5.968 millones de euros) y viera descender sus ingresos (-2,1%). Sin embargo, su director general, Henry Lawrence Culp Jr., que ocupa el cargo desde el 30 de septiembre de 2018, no logra que remonte en bolsa, a pesar de que las pérdidas se han reducido un 62% en el primer trimestre.

El conglomerado industrial estadounidense con sede en Boston acumula una depreciación del 25% en el último año y los últimos resultados conocidos no han ayudado: han recibido un castigo en el parqué del 10%. Todo ello, pese a la fuerte reducción de pérdidas, que se han situado en unos 1.018 millones de euros, que ha tenido este gigante creado en 1892, tras la fusión de la compañía fundada por Thomas Alva Edison -Edison General Electric Company- y la Thomson-Houston Electric Company.

Se escindirá en tres compañías cotizadas en los próximos años: una de salud, otra que aunará los negocios energéticos y digitales, y otra estará centrada en aviación

Por su parte, los ingresos han alcanzado los 15.865 millones en el primer trimestre, siendo un 0,2% menores a los de hace un año. Por negocios, el que más ha aportado ha sido la división de aviación, con 5.216 millones (+12,2%); seguido de la rama de salud, con 4.062 millones (+1,3%); el eléctrico, con 3.269 millones (-10,7%) y el área de energías renovables, con 2.673 millones (-11,6%).

General Electric se ha sumado al ‘esquema Villalonga’ (ya saben, al mismo que Juan Villalonga puso en marcha cuando presidía Telefónica, bajo el principio infundado y muy anglosajón, de que la suma de las partes vale más que el todo), al igual que otras multinacionales (Johnson & Johnson y Toshiba). En concreto, anunció el pasado noviembre que se escindirá en tres compañías cotizadas en los próximos años con el fin de lograr un mejor posicionamiento para ofrecer un crecimiento a largo plazo y crear valor para los clientes, inversores y empleados: una de salud, que se separará a principios de 2023; una que aunará los negocios energéticos y digitales y que volará sola un año después, y otra centrada en aviación. En este proceso de varias escisiones, el conglomerado prevé incurrir en unos costes superiores a los 2.300 millones: 1.862 millones en costes de separación, transición y operativos; y menos de 465 millones en costes fiscales.