• Los empresarios exigen a Rajoy estabilidad y bipartidismo.
  • En definitiva, quieren que se alíe con Ciudadanos y que pise la calle.
  • A los empresarios y banqueros les inquieta la alianza de Pedro Sánchez con Podemos, el Psoemos frentepopulista.
  • Dicho de otra forma, lo que teme el mundo del dinero es a Pablo Iglesias y a un insensato Pedrito Sánchez-Maravillas, jugando a aprendiz de brujo.
  • Y esta vez el CEC está apoyado por las multinacionales presentes en España y por los especuladores financieros.
  • Y el presidente no sabe qué cambios hacer en partido y gobierno: se le atragantan todos.
El día de la gran rebelión empresarial fue el jueves. Hasta entonces, el Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC) se había mostrado cauto, casi indolente, ante los resultados del pasado domingo 24 de mayo. No pasa nada: a fin de cuentas el PP ha vencido y el segundo en número de votos es el PSOE. Gente tratable. Ciudadanos puede resultar una novedad interesante y Podemos tiene techo, pongamos un 15% de los sufragios. Los mismos que tenía el independentismo catalán antes de que todos, a ambos lados del Ebro, nos volviéramos montaraces. Y todo iba a bien hasta la tarde del miércoles y la mañana del jueves. Fue entonces cuando Pedrito Sánchez-Maravillas destapó el hedor de las esencias y comenzó a hablar a las claras de pactos con Podemos, para crear el Psoemos, ese frentepopulista de tan infausto recuerdo en la historia de España. En el CEC se encendió la luz roja y comenzaron a presionar. A Rajoy, claro, que le tienen más cerca, no a Sánchez-Maravillas. Además, le consideran un bisoño tanto en materia política como económica. El CEC, apoyado por los consabidos informes y correos -de los que nunca debes fiarte al 100 por 100- de multinacionales extranjeras y, sobre todo, de los elementos más especulativos de los mercados los mercados financieros, los poderosos de nuestra época: fondos de inversión, de pensiones, capital riesgo, fondos de alto riesgo y demás fondos. Y la petición a Rajoy, casi la exigencia, es unánime: queremos estabilidad y bipartidismo. Sí, cierto: no tienen derecho a exigir nada a un gobierno legal -si no, que se presenten a las elecciones- y, además, no deberían pedirle estabilidad a quien no puede proporcionarla. En cualquier caso, ellos no piden: exigen. Y si no, la amenaza es la de siempre, sobre todo la de los fondos anglosajones, la ejercida durante los dos primeros años de legislatura: mira que te ahogo con tu propia soga, es decir, con tu propia deuda pública. En definitiva, el mismo Mariano Rajoy que comenzó la semana asegurando que no haría cambios ni en el partido ni en el Gobierno se apunta ahora, en viernes, a hacer cambios en todos lados. Por la presión empresarial, por la presión del Duopolio de TV -el poder mediático del momento- y por, quizás lo más preocupante para un hombre de la mentalidad de Rajoy: los barones del PP. Resulta que los barones son los que han perdido, algunos están de salida y no están dispuestos a guardar las formas. En el Partido el cabreo es de los que hacen época. No de Rajoy con el PP sino del PP con Rajoy. Ahora bien, todos los cambios se le atragantan. Alguien tan indolente como el actual inquilino de Moncloa se hacen dependiente de quienes le rodean. Por ejemplo de su número dos, Soraya Sáenz de Santamaría, convertida ahora en rasputina mayor del Reino de España. En Moncloa me comentan que Soraya está quemada. Puede, pero… qué quieren que les diga. Son los mismos que me lo han dicho otras veces, tiempo atrás, y ahí continúa. Por supuesto la exigencia del CEC no tienen nada que ver con una mayor coherencia del PP a sus principios fundacionales, entre ellos principios cristianos. No hablamos de eso, hablamos de estabilidad, o estancamiento, para ganar dinero, si ustedes me entienden. Y lo que temen es a Podemos o a un insensato Pedrito Sánchez-Maravillas, jugando a aprendiz de brujo. En cualquier caso, esto no tendría que suponer un cambio de Génova ni en Moncloa. Pero, de hecho, lo único que se le ocurre a Rajoy es lo que más odia: hacer cambios para dar la impresión de que recuperar la iniciativa. Ni eso tiene por qué ser cierto ni Rajoy sabe hacer cambios: se le atragantan todos. Y como ya les he dicho: cesar a Cospedal supone tomar una decisión, cesar a Soraya supone tomar dos. Demasiado trabajo para una legislatura. Eulogio López eulogio@hispanidad.com