Todo aquel que pretenda comprender la actualidad española debería haber seguido en directo los debates para los Presupuestos Generales del Estado de 2018. Hablo de los elegidos, no de los electores, pero los unos constituyen fiel espejo de los otros. O corrijo: los diputados son el reflejo de la España oficial, no de la real. Y son así: marcados por la venenosa horterada de la ideología de género y con las soflamas habituales del antifascismo y el antisistema. Precisamente ellos, los diputados, que constituyen la personificación del Sistema.

Allí, en el debate, hubo de todo pero caracterizado por una izquierda envalentonada que llama bueno a lo malo y malo a lo bueno, más una derecha acomplejada, la del PP, o pagana- recalcitrante, como la de Ciudadanos, que responde a la inmoralidad con patriotismo, que no deja de ser una virtud, pero no la mayor ni la única.

El Congreso se convirtió en foro antisistema. No contra el fascismo, sino por la impunidad

El PSOE de Sánchez, en su línea: podemita de corazón pero con miedo a que la revolución le haga perder sus asientos. El PSOE de Sánchez se mantiene en el progre-capitalismo. Y ya se sabe que progres y capitalistas sólo tienen un enemigo común: el cristianismo.

España vive en un declive moral acelerado. La raíz está en la cristofobia creciente y, partir de ahí, todos confunden todo.

Separatistas y raperos utilizan a Europa para burlarse de España

Además, no olvidemos que la inmoralidad siempre acaba en violencia. Este declive moral acelerado de España acaba, ya está acabando, en la atmósfera guerra-civilista en la que vivimos.

En esa atmósfera, ningún principio queda sin vulnerar: la vida, la familia natural, la inocencia de la infancia, la maternidad, el respeto a la mujer, la honradez pecuniaria, la honestidad, el cristianismo, la sinceridad, la autenticidad, la humildad, la magnanimidad la fortaleza, la justicia el apoyo al débil, etc.

Trasladado a la política, esto se concreta en cosas como la utilización infame de la Unión Europea (que sufre esa misma decadencia moral) contra España. Ahora, el huido es un rapero que pedía matar a guardias civiles, aplaudido como un demócrata por Puigdemont. Todo esto mientras se condena al silencio con penas de cárcel a quien se atreve a defender, por ejemplo, la doctrina cristiana sobre la homosexualidad, como el arriba firmante.

Y ahora, ya enfrentamos dos separatismos: el catalán y el vasco

Como guinda de la tarta, la obsesión de Rajoy de mantenerse en Moncloa al precio que sea s lo que ha convertido al Congreso en un foro antisistema (antifascista, por supuesto), y ha provocado que al separatismo catalán, que no tiene otra ideología que la aversión a España, se haya unido ahora el del Partido Nacionalista Vasco (PNV), que le ha dedicado al PP un chantaje en todo regla… con cinco votos sobre 350 que componen la cámara. Es decir, con el 1,4% de los escaños. Ya tenemos dos ‘procés’: el catalán y el vasco.

España vive un declive moral acelerado. Es decir, que necesita volver a Cristo. De otro modo, esto acabará en guerra civil o en tiranía, sin necesidad de guerra civil. Y el sentido del humor, aunque siempre útil y deseable, no nos salvará.

En cualquier caso, contemplando a sus Señorías… ¡te pesa el alma!