La España no dominada por la neurosis del coronavirus, la España que piensa, se hace la siguiente pregunta: ¿Nos damos cuenta de que vivimos un golpe de Estado boliviariano, ejecutado desde el Gobierno Sanchez-Iglesias?

De entrada, aprovechando el coronavirus, se está utilizando un simple estado de alarma para conculcar libertades fundamentales, como la libertad religiosa o el derecho de reunión, algo sólo posible mediante la promulgación de un estado de excepción.

¿Por qué el Gobierno no ha decretado un Estado de excepción? Porque entonces no podría imponer leyes… de carácter totalitario

Y en ese caso, ¿por qué el Gobierno no ha decretado un Estado de excepción? Porque entonces no podría imponer leyes… de carácter totalitario. Sí, un estado de excepción permite conculcar esos derechos pero regular, para evitar tendencias totalitarias -es decir, lo que está ocurriendo en España-, para dictaminar qué se puede y cómo se puede hacer en materia de legislación ordinaria. Y así, por ejemplo, con la excusa de los bulos, el ministro Marlaska, uno de nuestros peores ciudadanos, está imponiendo la censura y el control de masas, -lo de la geolocalización no es ningún broma- así como un Estado policial, preferentemente en Internet, que es por donde se les escapa el personal crítico.

Pero el objetivo sí se ha conseguido: someter a la población dominada por el pánico al coronavirus

Pero el objetivo primero de los golpistas bolivarianos sí se ha conseguido: someter a la población dominada, por el pánico al coronavirus. Sí, dominada por el miedo a la muerte y por la desesperación que provoca ese miedo en una España antaño cristiana.

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias están aprovechando la histeria generada por el Covid-19 para dividir a España entre delatores y denunciados. El ambiente guerra civilista de la moción de censura, donde el PSOE moderado se alió con la ultraizquierda, recreando el Frente Popular de 1936, se ha traspasado, gracias al virus, a toda la sociedad. Los españoles nos vigilamos unos a otros con furor inspector.

Sánchez aprovecha la histeria generada por el Covid-19 para dividir a España entre delatores y denunciados

¿Y este golpe de Estado sigiloso ha conseguido, al menos, vencer al coronavirus? Ni mucho menos, al Coronavirus le está venciendo el sol, no el confinamiento forzoso. En otros países (en todos), con menos confinamiento  han conseguido domeñar el virus con menos contagios y menos muertes que en España, epicentro del virus en todo el mundo.

El fracaso sanitario del tándem Sánchez-Iglesias ha sido tan sonado, tan trágico, tan miserable, que ahora hay que disfrazarlo de triunfo. Es decir, hay que mentir. Y el que se atreva a discrepar es un traidor o un ultra.

Y luego está el fracaso sanitario del confinamiento permanente, disfrazado, encima, de triunfalismo

Y por último, aunque no menos importante el golpe de Estado ha servido para lanzar un ataque secundario, aunque algunos lo consideramos el ataque principal. Contra la Eucaristía, naturalmente, prohibida de hecho en España y con la connivencia -¡Ay dolor!- de una jerarquía temerosa y adocenada.

Sí: el Enemigo sabe que si quiere destrozar a la Iglesia -y quiere- y hacer daño a los cristianos, tiene que anular la comunión de los fieles porque la Iglesia vive de Eucaristía y porque el catolicismo es una religión social y, sobre todo, sacramental.

Se ha lanzado un ataque de fondo contra la Eucaristía ante una jerarquía católica adocenada

Este es el ataque principal, aunque parezca ataque secundario, del Golpe de Estado bolivariano de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Aunque insisto: Sánchez pone la cara e Iglesias el cerebro, un cerebro pelín venenoso y no muy brillante, lleno de tópicos, pero que, al menos, conoce el guión y sabe adónde va. Por contra, Sánchez sólo quiere permanecer en el atril de mando. Ese atril situado frente a la cámara de televisión

Y por cierto, la vacuna contra el coronavirus es la Eucaristía.