Comparecen los ministros de Sanidad, Salvador Illa, y de Interior, Fernando Grande Marlaska. Y su comparecencia es bella e instructiva porque dibujan las dos ideas madre que ahora mismo vende el Gobierno: liberticidio y censura.

Así, en la quinta semana de arresto domiciliario (no es confinamiento, confinamiento es retener a un individuo a la fuerza precisamente fuera de su domicilio habitual), y naturalmente por razones científicas, el Gobierno no rebaja ni un adarme la presión a los españoles y ni tan siquiera permitirá que los niños puedan salir, aunque sea una hora. Todos encarcelados en su propia casa. Si lo prefieren, a trabajar y a casa. Y eso no todos. Traducido: el gobierno tiene que empezar a permitir que la gente acuda a trabajar o la economía se hundiría aún más de lo que está previsto, pero mantiene su liberticida estado de alarma y prohíbe a cada cual hacer lo más democrático: lo que le venga en gana. Cualquiera diría que todo es un ensayo para un cambio de régimen, mismamente hacia el totalitarismo: seguimos en confinamiento duro, con multas, sanciones y detenciones, de las que tanto se enorgullece la policía. Al tiempo, se gesta una recesión económica profunda de la que nadie sabe cómo podremos salir, salvo con una expropiación general de la propiedad privada.

Según el ministro del Interior, los bulos “siembran desconfianza hacia las instituciones”. Así que seguirá ‘monitorizando las redes sociales’, verdadera oposición al Gobierno

Al tiempo, el ministro Illa sentencia que hemos alcanzado el pico de la epidemia… aunque el número de casos sigue creciendo. Y si hemos alcanzado el pico, ¿porque mantenemos el confinamiento duro?

En cualquier caso, los casos de contagio continúan creciendo.

Para terminar con el titular de sanidad, o andanada que es otro trágala: el ministro Illa alude a una posible nacionalización de las residencias de ancianos.

Sí, tras una pregunta-tesis en la que se planteaba la estatización de esos centros, el ministro, en lugar de responder algo así como que eso no estaba sobre la mesa, volvió a sembrar la duda. Dijo aquello de que tras lo ocurrido se imponía una reflexión. Y ya se sabe que permitir reflexionar a una ministro es algo muy peligroso.

¿De verdad es las residencias de ancianos públicas se ha tratado mejor a los ancianos que en las privadas? Porque ha habido muchas religiosas muertas por tratar con afecto a los ancianos enfermos de coronavirus…

Pero me preocupa aún más la segunda línea directriz del Ejecutivo, la representada por el titular de Interior, Grande Marlaska, que es más peligroso y más liberticida que Illa. Es la línea de los bulos, de las ‘fake News’ el gran argumento del Gobierno para imponer la censura y para prohibir toda crítica. El propio Marlaska se refirió a las “redes sociales” verdadera obsesión del Gobierno Sánchez.

Marlaska habla de bulos sobre medicinas milagro mientras su policía nacional lanza otro bulo: ellos no desalojaron la Catedral de Granada

Repitamos: en las redes sociales reina la libertad. Y como en todo lugar que reina la libertad, se produce lo peor y lo mejor. Si además, consideramos la gran mentira del Ejecutivo socio-podemita con el coronavirus, donde no ha podido hacerlo peor pero mientras asegura que lo ha hecho de miedo, y si consideramos ¡ay dolor! que la actitud de los medios informativos está siendo vergonzosamente silente y autocensurada, bajo el patrón de que tenemos que estar unidos al Gobierno, que ‘salva vidas’... yo me quedo con las redes sociales. 

Y es que Marlaska aprovecha los ‘bulos’ para neutralizar las críticas al Gobierno, para vender sus “delitos de odio”… y para censurar.

Según el ministro del Interior, los bulos “Siembran desconfianza hacia las instituciones”. Así que seguirá ‘monitorizando las redes sociales’, verdadera oposición principal al Gobierno en el momento presente.

Y más: naturalmente, Marlaska habla de bulos sobre medicinas-milagro. ¿Quién puede discrepar con que se persiga a esos sinvergüenzas que venden remedios milagrosos contra el coronavirus? Pero es que no se trata de eso. El principal hacedor de mentiras es el Gobierno. Por ejemplo, cuando su policía nacional, la de Marlaska lanza otro bulo: no fueron ellos quienes desalojaron la Catedral de Granada en plenos oficios de viernes Santo: fue el propio obispo. Lo que ocurre es que cuando el Gobierno lanza un bulo nadie se atreve a decir que el emperador va desnudo. Es una opinión. Pero las opiniones críticas al Gobierno son bulos perniciosos para la paz social, la lucha contra el coronavirus y la declaración de Ginebra. Por eso deben ser perseguidos.

Y de Rondón Marlaska habla de los delitos de odio, el nuevo invento jurídico donde el acusado debe demostrar su inocencia ante la mirada de su acusador. A ver, demuestre usted que no me odia. Y hablamos de penas de hasta cuatro años por la coña de los delitos de odio. Y hoy Marlaska lo ha vuelto a repetir: hay que monitorizar las redes sociales porque se vierte en ellas mucho oído.

No se sabe qué tiene que ver los delitos de odio con el coronavirus pero ahí estamos: reduciendo la libertad de expresión.

Otro trágala: el ministro Illa alude a una posible nacionalización de las residencias de ancianos

Al fondo, el objetivo de Moncloa de imponer la censura. Ni más ni menos. Ya saben: todo sea por acabar con el coronavirus. Y por todo esto, claro, el ministro Marlaska, que tanto ama la crítica como elemento clave de la democracia, insistió en que seguirá “monitorizando” las redes sociales.

Para perseguir bulos y eso.

Hablando de libertad y de manipulación no se pierdan un vídeo, que se ha hecho viral, sobre la entrevista de Xabier Fortes, en RTVE, a Macarena Olona, de Vox. Para terminar, Marlaska, insisto, uno de nuestros peores ciudadanos, aprovecha para vendernos la necesaria “reconstrucción nacional”. En efecto, el PSOE se está cargando la nación así que habrá que reconstruirla. Pero eso sí: con unidad. Y si criticas al Gobierno, te estás cargando la unidad.