Antes de dedicarse a la memez de organizar referendos, David Cameron parecía un británico insoportable y ligeramente inteligente. Por eso, siendo ya primer ministro, decía aquello de que “todos los días, al levantarme, doy gracias a Dios por no haber entrado en el euro” y continuar con la libra. Tenía razón. Eso sí: luego resultó que no entró en Eurolandia pero salió de la Unión Europea (UE).

El euro una política monetarista suicida, de dinero barato y salarios bajos

El euro cumple 20 años y José María Aznar presidente del Gobierno cuando nos introdujo en él, canta las excelencias de su éxito. Vino precedido de un ajuste duro, sin duda interesante, porque se trataba de reducir subvenciones (¿qué otra cosa es el Estado del Bienestar sino subvenciones y corrupción) por meritocracia. Esa es la historia de los ajustes y, en contra de lo que reza la actual literatura económica, los ajustes de gasto público –que no de gasto privado, o sea, más impuestos– constituyen la medida más sensata que puede afrontar un gobernante en la Unión Europea (UE) actual.

Vamos con los hechos: el primer efecto del euro desde que hace ahora 17 años se metió en nuestros bolsillos fue un subidón de precios que no han vuelto a bajar. Tampoco con la crisis. La vida se encareció del 31 de diciembre de 2002 al 1 de diciembre de 2003. El café que costaba 100 pesetas en el bar de la esquina pasó a vale 166, de la noche a la mañana.

Reino Unido, la viva imagen de que sin euro se puede vivir… y vivir mejor

Precios más altos, de repente, y salarios igual de bajos en España, porque se produjo una hipercompetitividad entre las economías Europas y una vez más se acudió a la mejora de productividad a costa de los salarios. No necesito recordar que la economía europea se volvió más financista, causa de la crisis de 2007.

¿A cambio de todos estos males supuso el euro una mayor solidaridad entre europeos y un avance de la Unión? Todo lo contrario. El ejemplo ya casi tópico, pero igualmente acertado, es la ausencia de mutualización de la deuda en la UE. Si tienes una moda común pero 17 deudas distintas, lo que estás haciendo es darle aún más poder a un tal Mario Draghi, así como a financistas y monetaristas, verdaderas termitas de la economía real.

Otra cosa es que, una vez dentro, resulte condenadamente difícil salirse

Con todo, una vez que entras en el euro, una vez que has cedido tu soberanía monetaria, que tienes muchos deberes y pocos derechos, resulta muy difícil salirse del euro. Pero no porque el euro sea bueno, sino porque el euro te ha esclavizado. Y, naturalmente, a ningún negrero le gusta que sus víctimas se den a la fuga.

En cualquier caso, háganse esta pregunta: ¿es posible tener una moneda común y mantener las actuales diferencias de rentas entre quienes manejan esa moneda de todos? Posible lo es, a la vista está, pero así no se hará la Unión, así se deshará.

Otrosí: el euro no ha servido para relanzar la Unión Europea sino para hacerla más financista. Ejemplo: la no mutualización de la deuda

El euro es como la globalización. No tiene por qué ser mala, guste o no, mientras se haga de una vez. Por ejemplo: mientras se liberalice el movimiento de capitales pero también el movimiento de mano de obra… que no está liberalizado. Con el euro ocurre algo parecido: no puede haber una misma moneda sin los mismos impuestos y sin similares niveles de renta. Eso sólo beneficia a los pudientes. Por eso aumentan los desafectos al proyecto europeo.

El euro cumple 20 años: ya es hora de que abandone la adolescencia y madure un poquito. Por el momento, para España ha sido un horror.