Consejo de Ministros del martes 2 de marzo. En Moncloa están convencidos de que Marisú Montero no tiene rival como portavoz. Y ella misma se encarga de recordarle a un periodista la fertilísima imaginación de las mujeres. Eso sí, luego entre col y col, lechuga y mentira: a las mujeres les agreden por el hecho de ser mujeres. No hombre, Marisú, les agraden por el hecho de ser “su” mujer. No agreden a una desconocida, sino a la propia.

Prosigue la gran mentira; Montero insiste en el embuste básico del feminismo 8-M: agreden a la mujer por el hecho de serlo

Y esto es terrible, ciertamente, pero desmiente la tontuna feminista de la misoginia. El hombre no asesina a la mujer por machismo, porque odia a la mujer: la odia porque es su mujer. Simplemente, cuando el afecto desaparece, cada sexo emplea sus armas más letales: y en materia de fuerza bruta la mujer lleva las de perder. No es machismo, es mala leche.

Pero Marisú Montero no da puntada sin hilo, ni en la crítica ni el elogio. Así, califica al PNV como socio prioritario. Lógico: fueron los que llevaron a Sánchez al poder. Sin sus seis votos no habría triunfado la moción de censura. Y Sánchez continúa necesitando a un partido diminuto pero especialista en el chantaje, el mismo que extorsionó a Mariano Rajoy para luego derribarlo. ¡Menudo socio!

Por lo demás, el problema del Consejo de Ministros y del Ejecutivo Sánchez es que apenas toma decisiones. Con decirles que la noticia más relevante de la última sesión consistió en llevar a la Generalitat al Tribunal Constitucional por un apósito fiscal medioambiental. Vamos una quisicosa.     

Cataluña al Constitucional: no es que a Moncloa le disgusten los impuestos medioambientales (a Teresa Ribera le encanta) lo que no le gusta es que le toquen su monopolio fiscal

Ahora bien, no nos equivoquemos; la eficaz Marisú está dando voz y poniendo cara a un Gobierno ultra-radical y liberticida. El sanchismo consiste en que mientras Marisú, en Madrid, nos ofrece consejos para superar la pandemia, en Baleares, su correligionaria Francina Armengol perpetra el primer ataque directo contra la propiedad privada desde la expropiación de Rumasa: 56 pisos embargados para darlos en alquiler social. Ojo, y no se trata de una expropiación jurídica sino política. Ya saben, Francina actua según el ‘interés general’ -poco que ver con el bien común- de Pablo Iglesias. Y no, Francina no es podemita, es socialista.