La familia Benjumea -o lo que es lo mismo Inversión Corporativa (IC)- ha forzado la celebración de una junta extraordinaria de Abengoa, el 2 de octubre, con la propuesta de aprobar un split (desdoblamiento) de las acciones, pero sabe perfectamente que la iniciativa no saldrá adelante. La pregunta es inevitable: ¿a qué juegan los Benjumea?

Cierto es que la situación en bolsa de Abengoa, que preside Gonzalo Urquijo (en la imagen), es dramática -nadie lo duda-, pero tiene una razón, básicamente: el escaso atractivo del valor, que sufren los pequeños accionistas en la misma medida que IC. Ahora bien, entra en juego la dichosa distinción entre acciones de clase A y B, y en ese punto el efecto no es el mismo.

En plata, los Benjumea son propietarios de acciones A, que cotizan con normalidad, aunque a un precio entre 0,02 y 0,03 euros desde noviembre de 2017. No les impacta, por tanto, el precio de las acciones B, a las que sí compromete la orden de Bolsas y Mercados Españoles (BME), que redujo en julio el precio mínimo de cotización a 0,001 euros por acción y este jueves, a 0,0001 euros, como ha informado la propia Abengoa a la CNMV (ver documento adjunto).

A Inversión Corporativa no le preocupan las acciones B porque es titular de las acciones A, con derechos políticos

Esas acciones B están bloqueadas desde abril en 0,01 euros. Han quedado fuera de juego, dicho sea, porque a ese precio nadie las compra. Y es ahí donde está el problema real, que no es otro que la ley de la oferta y la demanda, con cruces que ahora no se dan. Mientras la empresa este como está, esas acciones no se van a mover. Tampoco se sabe qué sucedería si bajan de precio. Solo entonces se podría saber si los inversores las consideran demasiado caras ahora y a menor precio las comprarían.

La orden de BME, en cualquier caso, parece clara y no tiene otro objetivo que dotar de más liquidez del valor para que el mercado fije el valor real. Además, ha retrasado la entrada en vigor de la rebaja del precio mínimo del 28 de septiembre al 24 de octubre.

Obviamente, la razón no es otra que contrarrestar el split que proponen los Benjumea. La situación de las acciones B de Abengoa es la misma que sufren también en Urbas, que ya ha aprobado el desdoblamiento de los títulos, o Vértice 360.

Para que prospere el ‘split’ hace falta un quórum del 25%, cuando no ha superado en ninguna junta el 15%

La intención de los Benjumea está clara también: no quieren que se fije el valor real de las acciones B para evitar una caída mayor en bolsa, lo que equivale, en paralelo, como ha dejado calo la CNMV, a “manipulación de mercado”.

Es lógico que IC (2,5% del capital y hasta el 3% con los accionistas que se adhieren a la propuesta) quiera evitar esa situación, del mismo modo que es lógico también que la CNMV se haya reservado es derecho, llegado el caso, de suspender o excluir la cotización.

En la trampa, sin embargo, está el culpable. Los Benjumea saben perfectamente que la iniciativa del split no tiene ningún futuro, no solo por lo expuesto por BME o la CNMV o por la recomendación en sentido contrario del Consejo de Administración de Abengoa (apostó en 2017 por lo contrario, el contrasplit para dar liquidez al valor). También porque para que prospere esa iniciativa hace falta un quórum del 25% en la junta extraordinaria. Hasta ahora, el quórum de accionistas que ha acudido a una junta no ha superado el 15%.

Las cartas están expuestas, los resultados están por ver.

La intención inicial de Abengoa, en 2016, en la junta que dio lugar a la nueva sociedad, era agrupar las dos acciones en una, pero la ausencia de una ecuación frustró el empeño. Los Benjumea, entonces, dijeron que no a todo porque la participación de IC se redujo del 51% al 2,5%, como sucede en las grandes reestructuraciones de deuda para sacar de la quiebra a una empresa (ha ocurrido también en Duro Felguera). Ahora proponen un split pero ante el temor de que las acciones A bajen todavía más.