Sr. Director:

Son estos tiempos recios, como diría Santa Teresa de los suyos, recios para las mujeres. Las mujeres están pagando un duro coste y un alto precio por lo que llaman su liberación tal como plantea la ideología de género ultrafeminista con su particular guerra de sexos y contra el sistema capitalista que sólo verían una víctima de la explotación, y que serían según el Papa Francisco víctimas de la economía del descarte y del usar y tirar como sucede en la pornografía capitalista. Aplicar las tesis marxistas sobre la dictadura del proletariado a las mujeres es una forma de explotación y alienación de su condición de mujer inteligente, libre y con los mismos derechos y deberes que el hombre, del que no se distingue esencialmente, porque ambos sexos son complementarios, aunque con diferencias naturales que no pueden ser ignoradas ni despreciadas, sin destrozar la personalidad de las mujeres.

El feminismo radical pretende librar a la mujer, incluso de su misión más grande y única la maternidad. Con el tópico abortista nosotras parimos nosotras decidimos; nuestro cuerpo es nuestro y podemos tratarlo como queramos, así gritaban las radicales que profanaron la capilla católica de la Complutense, encabezadas por políticas que hoy ocupan altos cargos oficiales. En los terribles asesinatos de mujeres, que no parecen disminuir, sino aumentar. Es necesario una toma de conciencia que proteja a la mujer no solo de asesinos potenciales, sino rechazar toda ideología en la que la mujer y los niños son tratados como material consumible para criminales degenerados y psicópatas. Las leyes civiles represivas y sin contenidos morales tienen poco efecto, porque no son educativas, sino represivas. Atacar a la familia natural y al matrimonio mofándose de ellos es un caldo de cultivo que aumenta la violencia contra la mujer.

En tiempos de Santa Teresa, tiempos convulsos, las mujeres apenas tenían un reconocimiento público en la Sociedad e incluso en la Iglesia, por eso Santa Teresa escribe apenada y protestando: como me vi mujer y ruin me determiné a hacer eso poquito que era en mí (fundar 17 conventos por casi toda España desde Sevilla a Burgos). Hablando más en concreto de la situación de la mujer escribe: "Acordaos de muchas casadas que, con graves males, no se osan quejar, no venimos aquí (al convento) a ser más regaladas que ellas” Dirigiéndose a Jesucristo le dice: "siempre hallasteis en ellas (mujeres) tanto amor y más fe que en los hombres. Alabemos todas al Señor que así resplandece su grandeza en unas mujercillas (…) comenzó su Divina Majestad a mostrar sus grandezas a estas mujercitas flacas, aunque fuertes en los deseos”. Esta feminidad teresiana aparece claramente retratada en lo que escribió el gran Fray Luis de León en su crítica del estilo literario de la Santa: "dudo que haya en nuestra lengua escritura que se iguale a la de la Madre Teresa”. Efectivamente su escribir desconcertado es el mejor ejemplo de lo que Valdés proponía como ideal de escritura: Escribo como hablo. La consideración de Santa Teresa como una precursora del feminismo actual es un sinsentido. Lo que sí fue ella una apasionada defensora de la dignidad de la mujer en unos tiempos dominados por los hombres tanto dentro como fuera de la Iglesia. Por eso confiesa con pena y amargura a Jesucristo: “Aunque fuera mujer, si tuviera libertad; mas atada por tantas partes (…) qué puedo hacer, Señor”.