Sr. Director: "Ahora ya lo sabe todo de ti", me comentó cariñosamente el pasado jueves un buen amigo al salir del funeral de un amigo mutuo y muy conocido en la ciudad. Esa certidumbre, unida al convencimiento de que tengo ya "en la otra orilla" a un aliado fiel que me esperará cuando llegue, que me extenderá generosamente su brazo para ayudarme en esa hora decisiva, son argumentos de los que me sirvo para traducir el dolor en una de las mejores oportunidades que se me han presentado, porque confío que los que nos dejan se van a un mejor sitio, a esa "habitación de al lado" a la que se refiere san Agustín, a las serenas y verdes praderas de las que hablan los textos bíblicos. Jesús Domingo