Sr. Director: Si no imperase con la fuerza que lo hace la censura de lo políticamente correcto, las circunstancias que preceden y rodean la muerte del pequeño Gabriel suscitarían reflexiones más útiles que las meramente morbosas acerca de la maldad de su confesa autora. Reflexiones que podrían servirnos para prevenir posibles sucesos en similares ámbitos. Y es que, aun sabiendo que estamos ante un caso muy extremo que no representa lo que suele ocurrir en la mayoría de supuestos donde hay menores de edad conviviendo con parejas más o menos pasajeras de los padres o madres de los niños, resulta innegable que dicha convivencia, cada vez más extendida, genera crecientes conflictos. De la noche a la mañana, la nueva novia de papá o el nuevo novio de mamá se convierten en un miembro más de la familia que los menores se ven obligados a admitir. Y aunque proclamamos que lo primordial son los hijos, en demasiados casos lo que buscamos es nuestra personal satisfacción por encima de cualquier otra; colocando a los pequeños ante graves situaciones que no siempre afloran o no somos capaces de percibir. ¡Con cuánta facilidad se mete hoy bajo el mismo techo a una persona de la que ignoramos casi todo! Mas sucede, que no todo el mundo es bueno: una dura realidad que están padeciendo hoy muchos hijos y, sobre todo, hijas, con episodios cada vez más frecuentes de abusos, y algo más que abusos. Pero denunciar esto no es políticamente correcto. Miguel Ángel Loma