Sr. Director:

A la Iglesia no le preocupa ante todo la situación política, sin negar su importancia, lo que le preocupa es la salud de los vínculos, lo que viven las personas y las familias, la capacidad de trabajar juntos en aras del bien común. La Iglesia puede aportar a los enormes desafíos de un mundo globalizado la novedad radical que supone el Evangelio encarnado en la vida de un pueblo. Las declaraciones y los documentos son necesarios, pero corren el riesgo de caer en saco roto si no se encarnan en la realidad y no se traducen en esa nueva forma de mirar y de entender las relaciones humanas que es el tejido de la Iglesia. En esa perspectiva se enmarca el próximo Congreso dedicado al laicado, que la CEE ha convocado para febrero de 2020.

Mons. Argüello se ha referido a las últimas polémicas intraeclesiales, situándolas en su justo lugar: son turbulencias que no hacen zozobrar la barca de Pedro, y que se desdibujan en la medida en que cada uno vive lo esencial de la fe con una perspectiva misionera, evitando la tentación de mirarnos demasiado al ombligo.