Dicen que la envidia es el pecado de España. Pues mucho cuidado, porque San Agustín lo considera el pecado más diabólico. San Gregorio Magno concreta más: de la envidia nace el odio, la maledicencia, la alegría y la tristeza causada por la prosperidad del prójimo. San Juan Crisóstomo recuerda que la gloria de Dios en nosotros consiste en alegrarnos de los progresos del prójimo. Da la impresión de que nuestros cuatro líderes políticos (¡Madre mía, qué liderazgos tenemos!) también adolecen de envidia. Por de pronto, los cuatro sienten verdadero pavor a que uno de los otros tres alcance la Presidencia del Gobierno, los cuatro aseguran que no podrán líneas rojas… siempre que no se obtenga el bien del prójimo, es decir, del otro. Pero no aceptan otra candidatura que la suya propia. No decimos la de su partido, sino la suya propia. ¿De verdad se creen que engañan a alguien? Hispanidad redaccion@hispanidad.com