Nadie lo esperaba pero resulta que el TC no encuentra el homomonio, o matrimonio gay, sea inconstitucional.

Que algo sea constitucional no significa que sea moral ni que resulte conveniente; significa que no atenta contra la Carta Magna. Hacer el pino en la Puerta del Sol en plena helada invernal tampoco es ilegal pero no resulta conveniente. Escupir en la calle no es inmoral pero resulta poco higiénico.

En cualquier caso, no se apuren: no será Mariano Rajoy quien prohíba el homomonio. Rajoy es un cobarde moral, y la cobardía moral relega en los tribunales la toma de decisiones morales, que son, por naturaleza, intransferibles. Porque no existen las sociedades libres sino los individuos libres.

Pero para el TC que lidera el inefable progresista Pascual Sala, el gaymonio es constitucional. Y como resulta que una sociedad relativista no cree en nada, se ve obligada, no ya a creer, sino a acatar, que es peor, lo que dictan los tribunales. No existe la verdad ni la mentira, ergo no existe ni lo bueno ni lo malo. Y entonces nos vemos obligados a aceptar, en lugar de los 10 mandamientos, los fallos de los jueces. El problema, claro, es que las sentencias son coercitivas -pobre de ti si nos las cumples- mientras eres libre para aceptar o rechazar las normas morales (aunque no las consecuencias de violentarlas).

Total, que la sodomía ha sido elevada al rango de matrimonio. A la espera de conocer la totalidad de la sentencia, ya sabemos que los chicos de Pascual Sala -tan progresista que es el legalizador de Bildu- consideran que desde su aprobación por ZP -un gobernante de entrañable recuerdo- el homomonio se ha vuelto "normal". Término mal empleado, porque no se refiere a lo que se atiene a la norma sino a lo habitual. Ya se han perpetrado más de 20.000, aunque pocos me parecen. Estoy seguro de que si el Gobierno legaliza el robo en cinco años el número de hurtos multiplicaría esa cantidad por lo que el TC podría declarar a todo chorizo figuras plenamente constitucionales.

Además, jugamos con el equívoco, instado desde el lobby gay, de que condenar el gaymonio es condenar al homosexual. No hombre no. El gaymonio es una horterada. Lo que es condenable es la homosexualidad en sí misma. Insisto, la homosexualidad ni es matrimonio ni es amor, ni es sexo: es una cochinada enorme, consistente en introducir el pene en el recto y sacarlo lleno de caquita. Una cosa muy fea.

Y la homosexualidad no es una enfermedad, aunque como toda traición a la naturaleza, es decir, toda inmoralidad, termina en patología, por ejemplo, en sida. Otra cosa es que deba condenarse por ley. Tampoco condenamos la inmoralidad del adulterio, aunque algunos, y sobre todo algunas, consideran que es un error (el no condenarlo). Otra cosa es el respeto al homosexual, que es sagrado, en cuanto persona, especialmente para los cristianos, en cuanto hijo redimido por Dios. Pero la homosexualidad no hay que respetarla en modo alguno, por la misma razón que respetamos al pobre, que no a la pobreza. O al enfermo, que no a la enfermedad. 

Y hablando de adulterio: nuestro amado Zapatero legisló al mismo tiempo la cursilería del matrimonio gay y el divorcio exprés, con el que se rompió la idea misma del compromiso entre los cónyuges. En mi opinión, el divorcio exprés es más grave que la marrana de la homosexualidad elevada al nivel del matrimonio.

Por tanto, lo de Pascualito Sala, presidente del TC y socialista de pro, ha hecho lo que se esperaba de él. Tampoco hay que alarmarse demasiado. Es otra cochinada, pero en este caso, cochinada jurídica.

Eulogio López

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