Sr. Director:
"El modelo de sociedad multicultural ha fracasado totalmente en Alemania". La canciller Angela Merkel zanjó con estas palabras un viejo debate, reabierto unos días antes por el Presidente Federal, cuando afirmó que el Islam forma parte de la identidad alemana.

 

Las encuestas mostraron un rechazo radical de la opinión pública a las palabras del Presidente y la Canciller Merkel le replicó que la nación alemana se siente vinculada a los valores cristianos. Lo curioso es que esta proclamación llega en el momento de la historia de los democristianos en el que la CDU hace menos honor a su nombre, según le reprochan los obispos.

Es cierto que el multiculturalismo, que ha sido bandera de cierta cultura progresista europea (hace muchos meses que no oímos hablar de Alianza de Civilizaciones), ha fracasado totalmente como fórmula de convivencia e integración de los inmigrantes. Pero también es verdad que la xenofobia y el populismo se extienden por una Europa que ve esfumarse las décadas doradas del bienestar.

El líder de la tercera fuerza de Holanda, juzgado por incitación al odio, ha afirmado que "debemos parar el tsunami de la islamización". Y no hablaba precisamente como cristiano. La Europa que ha olvidado sus raíces enarbola este discurso del miedo. El cardenal Meisner, arzobispo de Colonia, puso una nota de cordura. Por supuesto que no todo vale y que hay líneas rojas que no puede aceptar nuestra sociedad, ha dicho.

Pero los extranjeros de otras culturas deben ser tratados como vecinos, no como enemigos.

Jaume Catalán Díaz