Decíamos ayer que José María Aznar, con Javier Zarzalejos como ideólogo y Manuel Pizarro como estratega, estaba acosando a Mariano Rajoy. Ahora podemos decir que, definitivamente, José María Aznar, se ha echado al monte: su objetivo final es un fusión del Partido Popular con Ciudadanos para cerrar la nueva derecha español, aunque Aznar y algún que otro conjurado se conformaría con tumbar a Mariano Rajoy y colocar en su lugar a alguien menos indolente.

El expresidente busca tránsfugas para obligar a Rajoy a adelantar las elecciones.   

El plan conlleva la irrupción del trasfuguismo, preferentemente en provincias, un trasfuguismo de líderes del PP hacia Ciudadanos que debilitaría a un Rajoy ya acosado en muchas bandas y que sólo intenta llegar incólume hasta las europeas y municipales de mayo de 2019.

La verdad es que una fusión entre el PP y Cs representa un matrimonio morganático entre la derecha tibia y la derecha pagana, pero la unidad de España ante el desafío separatista catalán (ahora, encima, el desafío nacionalista vasco, el del PNV, que no Bildu) otorga a la derecha un nuevo ideario, abandonado el humanismo cristiano que le inspirara desde la postguerra.

Y Ciudadanos se deja querer, aunque no tiene ninguna intención de acceder al matrimonio. Sólo de dividir al PP.

Y eso, con el serio peligro de neofascismo –no, no se trata de una exageración- que conlleva esa deriva.

Volvamos a los hechos: Aznar cree, él sabrá por qué, que en esta hora de España (¡Me duele España!), Albert Rivera es el reformador que la derecha necesita y el empuje del catalán en las encuestas hace el resto. Las encuentas, y el cabreo que tiene Aznar con los ingratos de Génova y con el traidor de Rajoy.  

En suma, el expresidente busca tránsfugas para obligar a Rajoy a adelantar elecciones.

Y Ciudadanos se deja querer, aunque no tiene ninguna intención de acceder al matrimonio. Le basta con dividir al PP.

Fuentes monclovitas aseguran que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, es muy consciente del intento de Aznar. Pero no le parece peligroso. Para Rajoy, el peligro no está en Aznar sino en el propio Rivera y, aun más que en éste, en la disgregación del PP.

Mientras, la termita Cifuentes destroza el partido en Madrid y Cospedal recibe órdenes de mantener unido al grupo parlamentario.

Mientras, como informamos en esta edición, Cristina Cifuentes, la termita, destroza el partido en Madrid con el chantaje de “O me apoyáis contra Granados o perderéis Madrid. Tras perder Valencia al amenaza no es de risa.

Y Dolores de Cospedal, la apagafuegos,

recibe órdenes de mantener unido al grupo parlamentario porque, ahora mismo, tanto Génova como el aparato territorial del PP constituyen terreno minado para Mariano Rajoy. Hay mucho descontento contra él en su propio partido.