El Sanchismo se ha empeñado en 'celebrar' el quincuagésimo aniversario de la muerte de Franco. Esto es bello e instructivo porque significa que no quiere pisarle el rabo al león en vida sino 'sólo' medio siglo después de muerto: lo más probable es que el león no le muerda.

Uno de los puntos más repetidos en la conmemoración de estos 50 años de la muerte del Innombrable (aunque ahora se le nombra mucho) es el de la independencia económica de la mujer. En todo acto conmemorativo del quincuagésimo aniversario, los voceros del Sanchismo no dejan de recordarnos que, durante el Franquismo, las mujeres no podían ni abrir una cuenta corriente a su nombre.

Todo ello a cuenta, cómo no, de la incorporación de la mujer al mundo del trabajo y a todas las actividades públicas, incluso a aquellas a las que el común de las mujeres les importan una higa. 

Y si hablamos de la incorporación de la mujer a todos los puestos de trabajo, estamos ante un proceso histórico que empezó hace más de un siglo y que, probablemente, resultó algo menos altisonante que como nos lo presenta hoy el Sanchismo e incluso un tanto siniestro.

Por de pronto, el capitalismo, el privado y el capitalismo de Estado, -también conocido como comunismo- tenía mucho interés en que la mujer se incorporara al trabajo fuera de casa, no porque le conviniera a la mujer sino porque la historia del capitalismo moderno no ha sido otra cosa que una pérdida constante del poder adquisitivo de los salarios. Es decir, que cada día somos más pobres. Llevamos así siglo y medio, con los correspondientes altibajos, ciertamente, pero este proceso hacia la pobreza se vislumbra cuando contemplamos cómo nuestros padres luchaban por tener una vivienda en propiedad mientras los jóvenes luchan por tener una vivienda -o una habitación- en alquiler.

Sánchez ha hecho un gran descubrimiento: durante el Franquismo los españoles no caminaban a cuatro patas, por lo que habrá que denigrar a Franco de otro modo. Por ejemplo, utilizando a la mujer

En cualquier caso, como el capitalista pagaba cada vez menos los hogares que vivían de un salario empezaron a necesitar dos para poder alimentar a sus hijos. Por eso, y no por ningún proceso de emancipación, la mujer se incorporó al trabajo fuera de casa sin que por ello disminuyera su trabajo dentro de casa.

Eso sí, para cuadrar esta contradicción en origen, el progresismo inventó la conciliación que es igualación de sexos a la baja: ahora, ellos y ellas, se fastidian al alimón con el doble trabajo, en el hogar y en el mundo, al tiempo que el empresario ya no huye de ellas o de ellos: huye de ambos, huye, en suma de tener trabajadores que tienen hijos.

Naturalmente, como el trabajo dentro y fuera del hogar resulta muy penoso, lo que hacen muchas parejas es optar por la esterilidad: no tienen hijos y así el trabajo en el hogar es menor. Traducido: pasan de padres amados a proletarios explotados, ¡Cómo progresamos con el progresismo! 

En cualquier caso, centrándonos ahora en el sexo femenino, lo que ocurrió fue que la mujer pasó de depender económicamente del esposo, a quien presumiblemente importaba algo, a depender del capitalista o de los políticos, a quienes importa un pepino.

Para don Pedro el feminismo es fundamental. Recuerden que Sánchez ha hecho un gran descubrimiento: durante el Franquismo los españoles no caminaban a cuatro patas, por lo que habrá que denigrar a Franco de otro modo. Por ejemplo, utilizando a la mujer. Y ahí ha encontrado su filón y no sólo en el aspecto laboral.

La mujer durante el Franquismo vestía como monjas, nos dicen, pero no era por la dictadura. En aquella época la mujer española vestía como las norteamericanas, francesas, británicas o italianas. Lo que ocurre es que una adolescente de 2025 escandalizaría a una vampiresa de Hollywood de los años 70. No cambiamos de régimen sino de sociedad... a peor

Verbigracia, otro gran avance feminista: la vestimenta. Se nos dice que las mujeres españolas, durante el Franquismo, vestían como monjas. Es mentira, claro, pero, suponiendo que fuera así, esta lamentable presencia externa de la mujer se debía a la Dictadura opresora.

Pues bien, en primer lugar, la mujer española vestía de forma muy similar a las norteamericanas, francesas, británicas o italianas, que disfrutaban de gobiernos democráticos.