Sr. Director:
Con respecto al tema de la emigración que vd. defiende que debe ser de absolutas puertas abiertas, siento discrepar. Pero no a nivel personal sino a nivel moral.

 

Un sencillo ejemplo. En mi casa mi primera obligación como es alimentar y cuidar a mi familia y procurar, en la medida de lo posible y de mis medios, evitar males para ella. No me es lícito por ejemplo dar de limosna lo que es necesario para los míos. Sí puedo dar de lo que me sobra e, incluso siendo generoso, quitar algo de lo necesario a los míos. Si tengo una empresa, poniendo otro ejemplo, no puedo descapitalizarla para cumplir la "doctrina social" y subir los salarios a los empleados, aunque lo necesiten. Se podrían poner muchos ejemplos.

La emigración no es un derecho absoluto y la primera obligación moral viene con los que ya pertenecen a una comunidad. Además esta comunidad puede cuidar una serie de valores o formas culturales con todo derecho, frente a los que vienen de fuera. Puede ser bueno repasar las prescripciones sobre los "extranjeros" en el pueblo israelita, aunque no sean totalmente aplicables a nuestras realidades.

Por otra parte, el que se venga de forma legal, evita la explotación y hace que no crezca el mundo de los sin escrúpulos que explotan a los extranjeros. Tampoco se puede dar, sin ganárselos, todos los derechos por que esto no le ayuda al emigrante que se convierte en un "nuevo rico" despreciativo en vez de agradecido. Pero sobre todo, repito, va a la larga en su contra. La atención primaria y básica para el ser humano hay que darla siempre, otras son, cuando menos discutibles, por que se acceda a ellas por alguna forma de pago, perfectamente justo.

El "buenismo" emigratorio, está ayudando a la destrucción de Europa y no sólo por la lucha contra el cristianismo. No estoy de acuerdo y moralmente, si se estudia bien (huyamos de las morales simplistas o afectivistas, por otro lado muy efectistas), el tema no es tan simple. Hay derechos y hay deberes y hay que buscar el verdadero bien del emigrante no el pan para hoy y el hambre para mañana, porque si no estaremos haciendo una falsa caridad cumpliendo así el antiguo refrán de que "por la caridad vino la peste". Refrán aparentemente contrario a la caridad (que por cierto la primera vez que lo oí me lo dijo un obispo, no sin cierto escándalo por mi parte), pero que bien entendido viene a decir que podemos hacer una caridad que, a la corta o a la larga, no es tal, sino un mal para quien recibe el falso "don" o para nosotros porque, por ejemplo, le damos armas "caritativamente" a nuestro enemigo.

Eduardo Pérez