Sr. Director:
Al marchar Jesucristo, a los cielos, nos prometió el Espíritu Santo, el Señor y dador de todas las gracias. Los sacramentos, son la fuente de la gracia, junto a la oración, y las buenas obras. Todo lo que sea bueno, nos lo encontraremos, al final de la vida, por ser amor.

Llevo tiempo sorprendida, de la falta de coherencia, entre los que acudimos, a la Santa Misa, y veo que no tenemos conciencia de nuestros pecados, y faltas, y somos muchos los que vamos a recibir a Jesucristo, en la Comunión, pero muy pocos, los que acudimos, a confesarnos, con la necesidad, de estar en gracia de Dios, para poder ser dignos.

La confesión, es el sacramento del perdón, y de la misericordia de Dios, además de ser el sacramento, de la paz y de la alegría, para el alma. No podemos dejar de agradecer a Dios, lo mucho que nos quiere, y ayuda, en todas las necesidades de nuestra alma, para que podamos estar, en paz con Dios y con los demás. Los problemas se reducen y superan.

Cuando entro en alguna Iglesia, y veo, que hay un sacerdote, en el confesonario, pero nadie para confesarse, presiento, que hemos perdido el norte de la vida cristiana, para llegar al cielo. El catecismo, de la Iglesia, nos enseña, que los medios para alcanzar la vida eterna, son la oración, y los sacramentos. De manera especial, la confesión, de los pecados cometidos, después del Bautismo. El que esté limpio de culpa...está en estado glorioso...

El mundo, se vería mejorado, si tuviéramos, más espíritu de penitencia, y de mortificación, que es lo que nos está advirtiendo el Santo Padre Benedicto XVI, desde hace tiempo.

No paramos de criticar, los pecados, abusos, etc., de los pastores de la Iglesia, pero no miramos, el fondo de nuestro corazón, con los desvíos, y pecados, frecuentes, y repetidos, y

parece, que sólo interesa, atacar a la Iglesia, y darle importancia, a lo que es sagrado.

Los pecados, son lo habitual, en la miseria humana, cuando no se vive, una vida de fe y coherencia, con oración, y mortificación. Da lo mismo, ser soltero, casado, ó sacerdote, es una muestra de lo que da de sí, la naturaleza, y la pobreza humana, sin la Gracia.

Bueno será que nos examinemos, y pidamos perdón, en la Confesión, sin justificarnos, con los pecados de los demás- cada uno pagará lo que ha hecho- pero no nos pongamos a juzgar, porque con la misma medida,.... seremos medidos....

Demos gracias a Dios, y llevemos, a los que queremos al sacramento de la Confesión: auricular y secreta, cómo manda la Iglesia. Veremos el mundo, con ojos nuevos, y limpios.

Mª Begoña Álvarez Horas