Decíamos ayer que Rodrigo Rato va a tener trabajo como presidente de Caja Madrid. Ni tan siquiera él sabe cuánto. Luego diremos por qué.

Durante la mañana del martes 5, la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), la emisión de participaciones preferentes se había multiplicado por 10 en el mercado español durante 2009, hasta los 13.000 millones de euros. Sí, decuplicado.

Como suele suceder en los mercados financieros, tan dados al eufemismo, una participación preferente es la que tiene menos preferencia. Al menos el cliente no tiene ninguna. Se emiten en paraísos fiscales por dos razones: fiscales y de opacidad y porque tienen mal acomodo en la legislación española... y en cualquier otra legislación. Se emiten para que bancos y cajas puedan elevar sus recursos propios sin compromisos de ningún tipo. De hecho, se presentan al suscriptor como depósitos a tipo fijo, generalmente tipos elevados, dado que de otro modo nadie los compraría. Consolidan en el balance del emisor.

Al menos, las preferentes tienen dos problemas: el emisor puede suspender el pago de intereses cuando le venga en gana. A cambio, con un rostro pétreo digno de mejor causa, las sucursales suelen venderle al suscriptor que los títulos gozan de total liquidez en el mercado. Y así es: ahora mismo, no es extraño que, por una participación preferente, el mercado te ofrezca un 70% del nominal. Sí, han leído ustedes bien: sin intereses y con una pérdida del 30%. E insisto, te la venden, no como una preferente sino como un depósito. Y la CNMV, calladita.

O eso, o las famosas cláusulas de amortización anticipada, que las entidades utilizan de la forma más arbitraria que pueden.

Pues bien, Caja Madrid ha emitido preferentes por un tubo bajo el mandato de Miguel Blesa y las ha vendido como si se tratara de un depósito a tipo fijo, cuando lo cierto es que el suscriptor tiene más riesgo que el comprador de renta variable, dado que el mercado de las preferentes es mucho más estrecho y no depende de los fundamentales sino de la evolución del propio mercado y del negocio bancario. Al menos, en la deuda subordinada el emisor siempre está obligado a pagar los intereses.

Y a todo esto, la CNMV, que ve cómo un producto tan peligroso se multiplica por 10 en doce meses, un producto tan opaco y tan peligroso para el particular, calladita. Ni una palabra.

Sí, Rato va a tener mucho trabajo en Caja Madrid.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com