No. No se trataba de una corrida de toros, sino de un acto de reivindicación feminista. De esta forma, la vicepresidenta De la Vega quería evidenciar gráficamente el empoderamiento de las mujeres, ese que -según ella- se ha conseguido tras largas batallas y esfuerzo personal. Vamos que estaba encantada de poder compartir mesa y mantel con la primera mujer presidente de Chile. Y no estaba dispuesta a que ningún hombre le aguara la fiesta. Porque Zapatero es un feministo, pero no es mujer. Es lo que le falta.

Por la mañana De la Vega desgranó parte de su discurso feminista: ninguna democracia está completa sin la participación de las mujeres, las mujeres sabemos que siempre hay exámenes que revalidar, sabemos lo difícil que resulta avanzar y lo duro que es el camino. Se nos excluyó del sistema de derechos y deberes.

Participar en democracia y en vida social está muy bien; excluir, no tanto. Y esto es lo que ha hecho De la Vega, expulsando a los hombres de este acto. Muchas diputadas populares optaron finalmente por quedarse fuera. No así la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, que acudió al acto aunque con cara de poco entusiasmo.

Por supuesto, Bachelet salió en apoyo de la vicepresidenta mostrando su comprensión por el hecho de que las mujeres quisieran tener un encuentro con una mujer que había llegado a la presidencia de Chile. Me reuní con los empresarios por la mañana y ningún no-empresario se sintió ofendido por ello. En su opinión, las mujeres no tienen más capacidades de los hombres, pero si una forma diferente de hacer política: el compromiso con su realidad. Claro que para ser generosa también afirmó que algunos hombres pueden sacar su lado femenino. En resumen: un acto progre, feminista y excluyente.