Consejo de Ministros del martes 13 de septiembre. La portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, pone como ejemplo de derechos las leyes de aborto, de eutanasia y de gaymonio. Lógico: a media que el Gobierno se despeña en las encuestas más se radicaliza y más pedante se vuelve. Y mientras la derecha -el PP fehacientemente y Vox por amor al silencio- calla en estos asuntos, porque no creen en la vida ni en la familia natural, ni en la naturaleza, o sea, en la ley natural... entonces el PSOE y Podemos se crecen.  

A medida que el Gobierno Sánchez se despeña en las encuestas más se radicaliza y más pedante se vuelve

Pilar Llop, titular de Justicia, es muy capaz de hablar aún más que Pedro Sánchez y durante más tiempo. Se ha convertido en la sal de todos los platos. Habla de todo y sus argumentos exhiben una lógica aplastante que pude resumirse así: el PSOE es bonísimo y la derecha es malísima. Sin términos medios.

El Consejo ha aprobado la Ley reguladora de la protección de los informantes. Para denunciar posibles casos de corrupción y por la regeneración democrática, naturalmente. Es decir, una ley para oficializar la delación y proteger al chivato, con un instrumento terrible: ampararse en el anonimato. 

Así, cualquier persona podrá denunciar al vecino por corrupto, como ahora se hace cuando se quiere fastidiarle: se le denuncia a Hacienda y así me vengo de ese tipo, que me cae muy gordo. 

Ni que decir tiene que la Administración le hará caso... según quién sea el acusado, según convenga. Al final, se investigará a quien le interese al Gobierno y según el mandamiento de toda investigación sobre corrupción: lo que importa no es acabar con la corrupción sino calumniar o difamar al adversario político o ideológico. Esto los socialistas lo bordan.

¡Menuda oportunidad para desaprensivos y para vengativos! Y eso sí, se sancionará al denunciado a sabiendas de su falsedad. ¿Y cómo se juzga la rectitud de intención de un chivato? A esto llama la ministra de Justicia, Pilar Llop, cada día más pedante, "regeneración democrática".

Por cierto, para defender su ley doña Pilar, que es de letras, se lió un tanto al hablar de una corrupción global que, en el mundo mundial, totaliza no sé cuántas decenas de "trillones", se supone que dólares o euros. A ver, señora ministra, hablando de rigor, un trillón es un 1 con 18 ceros detrás, un dinero que no existe en el mundo. 

¡Ah!, y Pilar Llop vuelve a calumniar a la vicepresidenta de la Unión Europea Vera Jourová: Asegura Llop que Jourová insta al PP a renovar los miembros del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Toma claro, no va a decir lo contrario. Ahora bien, la diferencia es que el PSOE sólo quiere controlar el CGPJ y el TC, al igual que controla desde el primer día la Fiscalía del Estado.

En cualquier caso, Jourová dice al PP que tiene que cambiar los nombres al tiempo que le recuerda al PSOE (y aquí la ministra Llop miente con alevosía) que de inmediato debe ir, no al fuero sino al huevo de la cuestión: que los jueces elijan a los jueces, no los políticos... que es lo que pretende el PP y a lo que se niega el PSOE. 

Es igual a Llop poco le importa la verdad. 

En cuanto a la renovación del CGPJ. Llop vuelve a mentir sobre la comisaria Jourová

Volvamos a Isabel Rodríguez, quien se nos ha puesto en pose mitinera y demagógica a más no poder: los bancos, a quienes representa Feijóo, resulta que han tenido "beneficios extraordinarios". ¿En serio? ¿Siete años con tipos 0 y han tenido beneficios extraordinarios? Entonces, no lo duden, hay que hacerles un monumento muy grande a esos banqueros: son los mejores de la historia y de todo el mundo mundial.

De cierre, doña Isabel asegura que el Gobierno está con la gente mientras que el PP está con la banca. 

¿Comprenden?

Y todo ello, volvamos a la inefable ministra Llop, lo sabe porque ella viaja en metro y oye que a la gente le preocupa -no es coña- la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). 

Al parecer, el PSOE nunca se pregunta cómo es posible que este partido llamado PP, lleva casi 40 años de democracia, ganando o perdiendo elecciones, siempre como número uno o como número dos.