Recuerden, todavía hay algo más tonto que un obrero de derechas: un varón feminista. Pero todavía hay algo más tonto que un feministo: un cura progre. Esto último es lo más tonto que puede darse.

Una de las manías de los curas progres consiste en modificar la liturgia de la Santa Misa. Por ejemplo, cambiar las palabras del canon eucarístico y, como si se tratara de una tentación irresistible, bordear el cambio de las palabras consagratorias. Lo primero es tonto, lo segundo es grave

Lo curioso es que si alguien se atreve a recordarle al mosén que sería mejor que no cambiara la liturgia, te suelta, en el mejor de los casos, si no te manda a paseo, que qué sabes tú de eso y que dónde está eso: repito, hay que respetar la literalidad de la liturgia. Pues mire, por ejemplo en el Concilio Vaticano II. En concreto, en la Declaración Sacrosanctum Concilium, número 22, que dice así: "La reglamentación de la sagrada liturgia es de la competencia de la autoridad eclesiástica; ésta reside en la sede apostólica y, en la medida que determine la ley, en el Obispo... Por lo mismo, que nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la liturgia".

No es una cuestión tangencial. La desacralización es una de las claves de la crisis de la Iglesia actual, la más dura en 2.000 años de historia. 

Cura: no toques la liturgia: te lo ordena el Vaticano II.