Arriba, Francisco con Bill Clinton y debajo con Alex Soros (imagen izquierda)
El Papa tiene que recibir a todo el mundo, demócratas o dictadores, como el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, aunque sorprende que reciba al expresidente Obama o al expresidente Bill Clinton, o al presidente Biden… pero no al expresidente, Donald Trump. Como sorprende, no poco, que Francisco no recibiera en su día a Mike Pompeo, el último secretario de Estado de Trump, que consiguió enhebrar en Naciones Unidas el Consenso de Ginebra, una alianza por la vida, un grupo de 40 países en defensa del derecho a la vida y contra la barbaridad del derecho al aborto. Y nada menos que en Naciones Unidas, la cuna central del abortismo mundial. Luego, sí que recibió, con grandes honores, a la abortera presidenta del Congreso USA, Nancy Pelosi.
Por tanto, el Papa seguramente tenía que recibir a Bill Clinton aunque este sea el inventor del llamado Nuevo Orden Mundial y de una financiación para la educación de las niñas que ni por un momento oculta que la educación de las niñas les trae al pairo: de lo que se trata es de que retrasen su maternidad y tengan pocos hijos, cuantos menos, mejor. Eso sí que le interesa al bueno de Bill.
Pero lo que realmente no tiene pase es que el Papa reciba a Alejandro Soros e hijo de George Soros y desde hace dos meses heredero de su imperio de especulación financiera y de propagación del Nuevo Orden Mundial (NOM) a costa de compra voluntades. Soros es uno de los grandes exportadores del aborto, ferozmente cristófobo, antinatalista, partidario de la eutanasias y de los 300 tipos de familia. Financia todo aquello que pueda dañar al cristianismo. Pero ahí estaba con cara de ofidio, recibido en el Vaticano con todos los honores.
¿Realmente era necesario?