Mi amigo Pablo Caruso, uno de los mejores periodistas que he conocido, ya fallecido, viajó mucho a Madrid desde su Buenos Aires querido. Hombre de misa diaria, siempre se sorprendía de la cantidad de eucaristías que se encontraba en Madrid, nada que ver con lo difícil que le resultaba encontrar misa, sobre todo en días no de precepto, en la capital argentina. Es más, como periodista que dio varias veces la vuelta al mundo por su trabajo Pablo me comentaba que la cantidad de eucaristías que se celebraban en la capital de España sólo tenía parangón con las de Roma... y consideraba que a favor de la capital de España.

San Isidro es el primer patrón de Madrid, la Virgen de la Almudena la segunda. Este punto es discutible, ciertamente, pero el caso es que no se entiende una ciudad española sin el madrinazgo mariano.

Y si España es la tierra de María, Madrid es el hogar de Santa María y el hogar de la Eucaristía, los dos elementos que decidirán el futuro el planeta (no, no el cambio climático)

Lo que quiero decir es que la Almudena es la patrona de Madrid, que Madrid no es sólo el factor de unidad de España sino también el representante intelectual, sólo intelectual, más eximio de las raíces cristianas de la nación.

Quizás por ello cuando se detiene Madrid parece detenerse toda España y -más actual, más periodístico- Madrid se ha convertido en el objetivo de toda la cristofobia creciente, en este caso representada por el poder actual.

En un país que camina hacia la locura, su capital, Madrid conserva un leve punto de cordura y un cierto sentido de las proporciones. Y esto pese a sus poderes políticos, económicos, culturales y hasta clericales

¿Qué es lo que une al actual poder político en España, tan plural, tan diverso, combinación de socialistas, comunistas, neocomunistas (Podemos), separatistas como ERC (y PNV) y hasta filoetarras como Bildu? Pues su cristofobia. Ojo, no es anticlericalismo, no es odio al cura, eso va sobreentendido, se trata de una aversión mucho más profunda a todo aquello que huela a cristiano. Es odio teológico que curiosamente niega a Dios, es un odio filosófico sin distinguir verdad y lógica, es odio sociológico que pretende ignorar la religión cuando es incapaz de hacerlo, es un odio costumbrista que simula indiferencia cuando vive en auténtica obsesión anticristianófoba.

¿Y la derecha española? Pues Ciudadanos es derecha agnóstica (no alcanza ni el grado de atea), PP es derecha pagana, Vox es derecha cristiana sí... a la que espero no le pierda su alma nacionalista.

Lo bueno de la derecha española es que resulta demasiado perezosa como para ser coherente con su tibieza. La izquierda sí: es coherente con su resentimiento. La izquierda es envidiosa y considera que Dios es el culpable de que no haya triunfado en el mundo. 

¿Se libra Madrid de esta tendencia, insisto, no anticlerical sino cristófoba? No, naturalmente: los madrileños no son  santos. Lo que digo es que en un país que camina hacia la locura, su capital, Madrid conserva un leve punto de cordura y un cierto sentido de las proporciones. Y esto pese a sus poderes políticos, económicos, culturales y hasta clericales.

Demos las gracias a Nuestra Señora de la Almudena: Himno de la Virgen de la Almudena. Para cantarlo, ahí tienen la letra. 

 

Salve, Señora de tez morena
Virgen y Madre del Redentor
Santa María de la Almudena
Reina del Cielo, Madre de amor.
Santa María de la Almudena,
Reina del Cielo, Madre de amor.
 
Tú que estuviste oculta en los muros
de este querido y viejo Madrid, 
hoy resplandeces ante tu pueblo
que te venera 
y espera en tí.
 
Salve, Señora de tez morena
Virgen y Madre del Redentor
Santa María de la Almudena
Reina del Cielo, Madre de amor.
Santa María de la Almudena,
Reina del Cielo, Madre de amor.
 
Bajo tu manto, Virgen sencilla,
buscan tus hijos la protección.
Tú eres patrona de nuestra villa,
Madre amorosa,
Templo de Dios.
 
Salve, Señora de tez morena
Virgen y Madre del Redentor
Santa María de la Almudena
Reina del Cielo, Madre de amor.
Santa María de la Almudena,
Reina del Cielo, Madre de amor.

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Himno compuesto por F. Palazón