En Buenos Aires, a los 72 años de edad, el jueves 6 de mayo. Su corazón no aguantó otro embate, en este caso acelerado por un cáncer tardío y agresivo.

Es -seguirá ejerciendo en el Cielo, que esto no es un oficio, sino una adicción- uno de los mejores periodistas que he conocido. Descendiente de emigrantes italianos, Pablo Caruso aseguraba que los argentinos, siempre dados a la auto-alabanza o a la autoflagelación, “cogimos lo peor de españoles e italianos, somos una buena mezcla”.

Católico, miembro del Opus Dei, padre de 12 hijos y periodista que jamás renunció a expresar su fe en los medios, actividad no exenta de dificultades. Este es el punto que yo quería destacar. Porque los periodistas exigimos coherencia, por ejemplo, a políticos, empresarios y popes de la cultura, pero caemos una y otra vez en la principal incoherencia del siglo XXI: lo políticamente correcto. Y resulta que no hay nada más políticamente incorrecto a día de hoy que Cristo. Pablo no fue un cristiano periodista, sino un periodista cristiano.

Además, era ingeniero e incluso le dio tiempo para colaborar más que activamente en el lanzamiento de Instituto Madero, un centro porteño, pionero en formación profesional para chavales sin muchos posibles.

Trató a Juan Pablo II, para quien tuvo que cubrir muchos viajes apostólicos y al actual Papa Francisco, en sus Buenos Aires natal. A Francisco, no muy amigo del Opus Dei, le explicó, por ejemplo, que la Obra tenía en Buenos Aires el precitado Instituto Madero, no precisamente para hijos de ricos.

Pablo Caruso y Carlos Menem

Pablo Caruso fue el hombre que presentó a Carlos Menem a Juan Pablo II. Y Menem reaccionó a ese encuentro, para él providencial, blindando el aborto en la ley argentina… hasta que los Fernández, Alberto y Cristina, lo levantaron, muchos años después e introdujeron la matanza de inocentes en Argentina.

Como todos aquellos que viven la coherencia, a Pablo Caruso le costó reaccionar ante un desmoronamiento acelerado de tantas columnas católicas que todos creíamos firmes, en ese maldito tránsito del siglo XX al XXI. En nuestras discusiones ‘teológicas -profundísimas como podrán ustedes imaginar-, Pablo insistía en la famosa frase Pablo VI: “el pecado del siglo XX es la pérdida del sentido del pecado”. Yo, persistente en mis tesis (lo siento pero es que tengo pocas y debo insistir en ellas), le decía lo que del siglo XXI es peor es la blasfemia contra el Espíritu Santo: nuestros padres dudaron de lo que era bueno o malo, nosotros no dudamos en absoluto, sino que llamamos bueno a lo malo y malo a lo bueno. Lo nuestro es indeciblemente peor y signo inequívoco de que estamos en una etapa fin de ciclo.

No voy a decir eso tan bonito de que descanse en Paz. Pablo Caruso no descansa y como buen argentino era/es un liante de mucho cuidado: está en el Cielo y, ya recuperadas todas sus facultades y su actividad imparable. ¡La que debe estar armando allá arriba!