Sr. Director:
En estos momentos, España como reino, nación y estado tiene diversos y variados problemas, de mayor o menor gravedad; derivados la mayoría de ellos del mal uso, o del no uso de la Constitución del 78, durante los cuarenta años que en el próximo otoño cumplirá: la educación, la lengua, la unidad. Esta última derivada del tema territorial.
He puesto por orden de importancia los más acuciantes, una vez superado el económico que camina en la buena dirección y que salvo con mirada sectaria se puede poner en duda. Y aunque el último, la unidad de la nación en estos momentos es el más acuciante; no debemos olvidar que deriva en buena medida de los dos anteriores. Además, viene agravado por la situación que vive el Parlamento de la Nación debido a su fragmentación. Y que es incapaz de, en la situación que sufrimos: la rebelión de una región, de unirse sin fisuras para resolverlo.
¿Es malo el bipartidismo, o lo es el tetra partidismo, o el multipartidismo, para la democracia y el Gobierno de una Nación? A lo que hemos de añadir esos partiditos de 1, 2, ó 5 diputados…; que acaban vendiendo sus votos a precio de oro y sangre.
Y todos hablamos, escribimos, opinamos y dejamos que empiecen a campar por sus respetos: la difamación, la calumnia, la pérdida de la presunción de inocencia. Todo en aras de unos mal usados derechos a la información, o la libertad de expresión. Conculcando el derecho al honor de las personas o derechos fundamentales básicos contenidos en nuestra Constitución. ¿Y las soluciones? ¿Alguien da alguna solución o la propone?
Salvo pedir dimisiones, comisiones de investigación – que encima aumentan el gasto -, mociones de censura… No veo ninguna solución real y efectiva. ¿Y después qué?
Empecemos por Cataluña. Llevamos meses hablando de quienes - ¡desde el poder delegado! - han pretendido o pretenden separar una parte de España. Deberíamos comenzar por utilizar correctamente el lenguaje y llegada la hora de no andarnos con circunloquios. Decirles a los catalanes y sus políticos, y con ello a todas las demás regiones autónomas - que no independientes -, que para que alguna se separe del resto; aunque lo pidan todos los habitantes de esa región, ningún presidente, ningún tribunal, ninguna asamblea legislativa, se lo puede conceder. Solo todos los españoles lo podríamos hacer, habiendo realizado previamente la modificación en nuestra Constitución.
Los Gobiernos autónomos, son poderes delegados de la Constitución y concedidos por el Parlamento de la Nación de acuerdo con un Estatuto de autonomía. Poderes delegados. Y una delegación se puede revertir si esos poderes se utilizan fraudulentamente.
Urge en consecuencia si queremos atajar los males que nos aquejan empezar por restablecer la unidad – que no uniformidad – de nuestra nación. Y esta es tarea del Parlamento de la Nación. Ahí es donde deben comenzar a emplear su tiempo a destajo nuestros parlamentarios. Y esa unidad debe empezar por los símbolos. Hay que respetarlos, y defenderlos haciendo que se respeten: La Jefatura del Estado, en nuestro caso la Monarquía; la bandera, el himno y, sobre todo, el idioma que nos ha unido y nos une a todos los que vivimos en esta nuestra querida tierra llamada España: el español, como se le conoce en el mundo entero.